Sábado, 25 de Enero 2025

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Narcoterrorismo: desidia en México y la sombra de Trump

Por: Isaack de Loza

Narcoterrorismo: desidia en México y la sombra de Trump

Narcoterrorismo: desidia en México y la sombra de Trump

Sin estrategia, y con un secretario entregado al lado oscuro, Felipe Calderón destapó la cloaca y se echó a dormir. A Enrique Peña Nieto se le escapó el “Chapo” Guzmán de una prisión de máxima seguridad y se convirtió en el hazmerreír del mundo. López Obrador simplemente ignoró la agenda y hasta ordenó que liberaran a Ovidio Guzmán.

La prueba es irrefutable: sin importar siglas o partido, al Estado Mexicano le importa un carajo el combate con inteligencia al crimen organizado.

La cadena de errores y favores que el Gobierno federal -sin restar importancia a la complicidad o sometimiento de Estados y municipios- es todavía más evidente para las agencias estadounidenses de investigación (CIA, FBI, DEA), que durante décadas han operado en el país y conocen de sobra el modo de operar y la evolución que se le ha permitido al narcotráfico.

Aunque con la llegada de Genghis Trump a la Oficina Oval el objetivo ahora es más que transparente: el Tío Sam quiere cortar todas las cabezas de la delincuencia y colgarlas en su sala de trofeos. Y lo primero que el republicano hizo tras envolverse en la bandera de las barras y estrellas fue declarar a los cárteles como organizaciones terroristas. ¿Y cuál es el impacto para nosotros detrás de esta orden ejecutiva?

Si vemos el vaso medio lleno, el que una de las naciones con mayor poder armamentístico del mundo quiera aniquilar a los capos mexicanos implicaría una colaboración estrecha en inteligencia, capacitación y financiamiento para operaciones de seguridad. Algo así como la Iniciativa Mérida, pero con ganas de que funcione y, ahora sí, se frenen los activos financieros o incluso detectar, sancionar y llevar a prisión a cualquier empresa que haya colaborado en la agenda de la delincuencia. Incluso las de origen estadounidense.

Si ambas naciones hicieran como que les interesa frenar la violencia, habría un esfuerzo real para que el flujo de armas desde Estados Unidos se detuviera. Pero eso no va a pasar. Trump es un fanático declarado de la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés), pues les ha dicho a sus miembros que “nadie pondrá un dedo sobre sus armas”. Y esas son las armas con las que los mexicanos matan a los mexicanos.

La actitud beligerante del presidente número 47 de Estados Unidos marca un tono imperialista que busca reclasificar al narco para justificar una mayor intervención directa en territorio mexicano. ¿Y las tensiones diplomáticas? Eso qué. A Trump no le importó en campaña y tampoco lo hará ahora que tiene el poder en sus manos. Pero a Claudia Sheinbaum sí.

También es cierto que en México se ha hecho de todo para que la imagen que este país proyecta hacia el mundo sea la de un Estado fallido incapaz de garantizar la seguridad para sus ciudadanos. ¿Y cómo nos defendemos cuando se vive una crisis de violencia en Sinaloa, una de corrupción en el Estado de México y una de desaparecidos en Jalisco?

El Trump que hacía como que acariciaba a López Obrador para que México torciera la mano ya no es el mismo. El del 2024 es una versión más radical que no tiene empeño en mandar al carajo la diplomacia para lograr su cometido: atrapar a los cabecillas del narco, sin importar que sus soldados intensifiquen la violencia contra el ciudadano en respuesta a la presión internacional.

Sin importar que, bajo el pretexto de combatir al terrorismo, haya aranceles e inspecciones más estrictos que demoren el paso de mercancía entre un país y otro y, con ello, se afecte al comercio bilateral.

Sin importar que la tranquilidad de quienes viven al Sur de su frontera, esa que ya es jurisdicción de Claudia Sheinbaum, quede trastocada.
 

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