Donald Trump ya está, de nuevo, sentado en la silla más importante del que aún es el país más poderoso del mundo y principal socio comercial mexicano. Al contrario de lo que se pensaba, en su discurso inicial no impuso los aranceles de 25% para todos los productos de origen mexicano y canadiense, como había amenazado. Tampoco lo descartó. Ahora amenaza -su deporte favorito es amenazar- con ponerlos a partir del día 1 de febrero próximo. El hecho es que el nuevo (reloaded) presidente de Estados Unidos ya hizo un impacto en la industria automotriz, pero no necesariamente para mal.El primer punto confirmado es desincentivar la imposición hacia los vehículos eléctricos. El gobierno Biden había impuesto que, a partir de 2035, la mitad de los autos producidos en Estados Unidos deberían ser eléctricos o híbridos enchufables. Ya no. La expresión usada por Trump es que el estadounidense podrá comprar el tipo de auto que quiera comprar, no uno que sea impuesto por la autoridad. Esto es buena noticia no sólo por regresar el poder de decisión al consumidor, también lo es porque buena parte de la inflación automotriz fue provocada por la imposición de las autoridades de todo el mundo hacia los vehículos eléctricos, incluso cuando los consumidores no los querían. En Europa la gente que los tiene fue porque, en la gran mayoría de los casos, hubo restricciones al uso de los coches de combustión interna, como no circular diario, no entrar al centro de ciertas ciudades -Madrid, por ejemplo- y no estacionarse en cualquier estacionamiento.Esto no quiere decir que el precio de los autos vaya a bajar ahora, pero sí habrá menos presión para que suba, a menos que, como aún no lo descarta, se decida por imponer estos tan temidos aranceles.Trump también agradeció a los trabajadores estadounidenses de la industria automotriz -que no son precisamente sus electores, menos aún los del fuerte sindicato UAW y su presidente Shaun Fein- por su trabajo y prometió buscar, igual que en su primer término en la Casa Blanca, aumentar la fabricación en Estados Unidos, algo que obviamente sí le gusta a Fein y a sus asociados.Hace ocho años Ford decidió cancelar la construcción de una nueva planta, en San Luis Potosí, que produciría el Focus. Cuando esto pasó, muchos -y me incluyo- pensaron que se debía a la presión de Trump para llevar más producción a su país, pero no fue así. Esa planta se canceló porque el Focus era parte de un segmento cuyas ventas comenzaron a bajar rápidamente en favor de las SUV. Y la inversión que usarían para esa fábrica la pusieron en Hermosillo, para adaptarla a nuevos productos.Si el 1 de febrero Trump decide poner aranceles, perjudicará al consumidor estadounidense con un aumento de precios, generando una inflación que él se comprometió a bajar. Porque naturalmente no todos los autos fabricados en México transferirán su producción a Estados Unidos. Es posible que pase en algunos casos.Stellantis pudiera ser, con sus pickups hechas en Saltillo o con alguno de los modelos con producción hecha o programada para Toluca.Honda también, con su planta de Celaya, podría transferir su producción, o al menos parte de ella, a Estados Unidos, según publicó Reuters una declaración del vicepresidente ejecutivo de la marca nipona, Noriya Kaihara.Las cosas en la industria automotriz no se mueven de la noche a la mañana. Transferir la producción de un vehículo a otro país puede tomar cerca de dos años. Y costará dinero. Habrá que ver si ese dinero compensará el ahorro por no pagar aranceles.También está por verse la reacción del gobierno de México, que pudiera tasar de igual manera a los productos estadounidenses, no sólo granos como el maíz, sino también los automóviles. Si México hace esto, las cosas estarán poniéndose aún más fáciles para el verdadero gran enemigo comercial de Trump: los chinos. Si hoy ya pueden vender más barato que los autos hechos aquí, si los importados del vecino del norte llegan con aranceles, los orientales tendrán todo el terreno aplanado para transformar a este país en el mercado más importante para los vehículos chinos fuera de su territorio. Y cuando una marca china vea que vende aquí más de 50 mil autos por año, entenderá que vale la pena hacer una planta, y no sólo de armado, como la de JAC. ¿Será que Trump quiere eso?oliveiraserg@gmail.com