Sábado, 25 de Enero 2025

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El nuevo Destino Manifiesto

Por: Rubén Martín

El nuevo Destino Manifiesto

El nuevo Destino Manifiesto

Hay pasajes del discurso de toma de posesión de Donald Trump, en su segundo mandato como presidente, que provocan escalofríos. Clara y burdamente está anunciando un nuevo periodo de expansionismo a expensas de otras soberanías y una proclamación insultante del excepcionalismo estadounidense como el pueblo y la nación elegidos por Dios, y una amenaza de perseguir el “Destino manifiesto”, que implica claramente riesgos para otras naciones. En lo que puede llamarse el nuevo destino manifiesto, Donald Trump está anunciando, sin medias tintas, una nueva era imperialista para Estados Unidos.

Digo nueva era porque la historia nos enseña que Estados Unidos es hoy la nación poderosa que es y la potencia hegemónica (todavía) en el moderno sistema mundial capitalista, gracias a que arrebató, despojó, invadió, colonizó e hizo la guerra con otros pueblos y territorios (México, en primer lugar) para llegar a extenderse continentalmente desde la costa Este del Atlántico hasta toda la costa del Pacífico. Es gracias a esta expansión colonialista e imperialista que las clases gobernantes y ricas de Estados Unidos se convirtieron en la potencia mundial actual.

Como han hecho otras potencias, disfrazaron o intentaron justificar las guerras y despojos mediante los que se expandieron, con una ideología. La de Adolf Hitler era la ideología del “espacio vital” con la que Alemania justificaba su ampliación y anexión de territorios y naciones del Este de Europa.

La ideología expansionista e imperialista de Estados Unidos comenzó a formularse apenas décadas después de su independencia. En 1803, el presidente James Monroe expresó que las esferas de influencia del Nuevo y Viejo Mundo tenían intereses separados, por lo que exigía que las potencias europeas no se entrometieran en los asuntos del nuevo continente. Es la doctrina simplificada con el “América para los americanos”. Aunque en ese momento los Estados Unidos estaban lejos de ser la potencia que son ahora, desde muy temprano se arrogaron el derecho de apropiarse geopolíticamente de toda América como su área de influencia.

Dos décadas después, y luego de hacerse de los territorios de Luisiana y Florida, a expensas de Francia y España, la clase gobernante del país del norte comenzó a articular la llamada doctrina del Destino Manifiesto. Fue el periodista John L. O’Sullivan quien publicó en 1845 que “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno”. Así lo hicieron a expensas de los pueblos originarios del oeste americano y de los territorios que pertenecían a México: Texas, California, Nuevo México, Arizona, entre otros. La victoria de Estados Unidos tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial la consolidaron como la primera potencia del capitalismo contemporáneo. Después de la segunda, la clase gobernante estadounidense impuso su hegemonía mediante tratados regionales (OTAN, OEA, ANSEA, etc.) y un despliegue militar con soldados y bases en 153 países del mundo.

Pero ahora Trump parece saltarse esa red de acuerdos tejidos en la segunda mitad del siglo XX y lanzarse directamente por los territorios o recursos que considere prioritarios para sus objetivos de expansión y crecimiento. No se necesita interpretar nada. Lo dijo abierta y descaradamente: “Estados Unidos pronto será más grande, más fuerte y mucho más excepcional que nunca (…) Estados Unidos volverá a considerarse una nación en crecimiento, una nación que aumenta su riqueza, expande su territorio, construye sus ciudades, eleva sus expectativas y lleva su bandera a nuevos y hermosos horizontes. Y perseguiremos nuestro destino manifiesto hacia las estrellas, lanzando astronautas estadounidenses para plantar la bandera de las barras y estrellas en el planeta Marte”.

Ya ha pedido a Canadá que se anexione como otro estado de la Unión, ha amenazado con quedarse con Groenlandia y volver a tomar el control del canal de Panamá. Sobre México pende la amenaza de intervenciones (a distintas escalas) con el pretexto de combatir a los cárteles del crimen organizado. Sí, son mensajes que provocan escalofríos. Pero, como ha sido la historia de todas las potencias mundiales, su hegemonía no dura para siempre y ahora el imperialismo estadounidense está en su fase declinante. Si queremos cambiar para mejor este mundo, tendremos que lidiar con este imperialismo declinante.

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