La canción “Presidente Máynez” se viralizó en TikTok, disputó el primer lugar de popularidad en Spotify a Peso Pluma y la corean en antros y bodas. Ante su auge, la comentocracia adultocentrista lapidó: “Eso no se traduce en votos”. No, pero… De entrada hay que aceptar que no sabemos “todo” sobre las y los jóvenes menores de 30. Esto es difícil para alguien que supera los 40. Es más fácil creer que un joven es frívolo, no desea una casa propia y sólo necesita un vale para el transporte público e internet gratis. El desprecio y la sordera ante sus inquietudes se resume en el comentario de un conductor de la TV al dar la noticia sobre la canción viral: “Es un reflejo de cómo las redes sociales influyen con idioteces”. También habría que dejar de pensar que las y los jóvenes son idiotas. Los naranjas postulan que las y los jóvenes habitan un sistema de valores fuera de la polarización que alimentan AMLO y la oposición en medios tradicionales. Para este sector juvenil son irrelevantes, acaso inexistentes, los Ciro, los Dóriga y las plumas del Reforma. Son un público, dicen los naranjas, al que nadie le habla ni busca en su hábitat digital: YouTube y TikTok para centennials veinteañeros; Instagram y Facebook -aunque invadido por tías cansonas- para millennials chavorrucos. Y Twitter, una extensión inútil del círculo rojo y la polarización.Nuestra incomprensión es proporcional a la distancia que nos separa de los votantes más jóvenes. Un adulto cree que en TitkTok sólo hay idiotas que bailan, pero es un mundo en otro lenguaje. Un centennial, me lo confirmó mi sobrina, ya casi no googlea. Busca directo en TikTok. En el país hay 26 millones de electores menores de 30 años en donde se ubican los centennials. Si añadimos a los millennials, es decir, los treintañeros, la cifra sube a 47 millones. Juntos representan el 47% del total de votantes para esta elección. Quien saque a votar a esos jóvenes -premisa de librito- haría la diferencia, pues casi la mitad de los votantes está en ese sector que en estos días tararea la canción. El viernes un amigo me contó que su hija de 17 años le dijo que lamentaba no tener 18 para votar por Máynez. Máynez irrita al círculo rojo pero fue el candidato que más creció en sus redes sociales después del primer debate presidencial: Facebook, X, TikTok, Instagram y YouTube. En términos globales aumentó sus seguidores 820% contra el 14% y 22% de Claudia y Xóchitl. Sólo en TikTok creció casi cuatro mil por ciento -acaba de alcanzar los 1.7 millones de seguidores y sigue al alza- contra el 20% y el 49% que crecieron Sheinbaum y Xóchitl. La diferencia es abismal en una red que no permite la pauta y manipulación como X o Facebook. Naturalmente un jingle o un seguidor en redes no se traduce en votos. Pero sí posiciona y lubrica, dicen los naranjas, la posibilidad de una conversación que de otra manera rechazarían. “No es una frivolidad, es una manera de abrir un canal de comunicación”, me dijeron. La sustancia viene después. Tomé apenas un curso en Tiktok Academy. Hablan de una nueva forma de influir en la audiencia digital y desechan premisas de hace 20 años. Es falso, dicen, que el usuario sea de atención corta, sólo es más selectivo. Su eslogan reza: “No hagas anuncios, haz TikToks”. Aquí hay algo. P.D. ¿Para qué alcanza el fenómeno Máynez? ¿Puede disputar el segundo lugar a Xóchitl? ¿Cómo votan los jóvenes y qué nivel de abstencionismo tienen? ¿Qué indicios apuntan en esta dirección? Lo comento mañana.