Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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El regreso del muro invisible

Por: Rubí Bobadilla

El regreso del muro invisible

El regreso del muro invisible

El regreso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos a partir de 2025 ha encendido alarmas no solo en el ámbito político, sino también en las vidas de millones de migrantes que han buscado refugio y oportunidades en ese país. Su retórica antiinmigrante y sus políticas pasadas nos recuerdan el alto costo humano, económico y social de las deportaciones masivas.

¿Estamos listos para enfrentar las consecuencias? 

Uno de los principales impactos de estas deportaciones es la fragmentación familiar. Durante su administración previa, vimos cómo padres e hijos fueron separados en la frontera como parte de medidas "disuasorias". Este tipo de políticas no solo vulneran derechos humanos, sino que dejan cicatrices emocionales profundas en las familias afectadas. Niños que crecen sin sus padres, padres que regresan a México sin un horizonte claro, y comunidades enteras que deben lidiar con el vacío emocional y económico que dejan las personas deportadas. 

En el ámbito económico, las deportaciones masivas representarían un reto mayúsculo para México. A pesar de los discursos de "acogida", nuestro país carece de infraestructura suficiente para reintegrar a miles de personas. Las remesas, que constituyen una de las principales fuentes de ingreso en diversas regiones mexicanas, podrían reducirse drásticamente. Familias que dependen de esos dólares enviados desde Estados Unidos se verían en una situación de mayor precariedad, agravando la ya desigual distribución de la riqueza en el país. 

Además, las deportaciones también afectarían a las economías locales de Estados Unidos. Muchas de las personas migrantes realizan trabajos esenciales en agricultura, construcción y servicios que, aunque mal remunerados, sostienen sectores cruciales. Sin estas manos trabajadoras, el mercado laboral estadounidense podría enfrentar serios problemas de escasez y aumentos en los costos de producción, lo que finalmente repercutiría en los propios consumidores. 

El discurso de Trump también alimenta una narrativa de odio y desconfianza hacia las personas migrantes, avivando tensiones raciales y divisiones sociales. Estas políticas no solo destruyen vidas individuales, sino que también perpetúan un ciclo de discriminación y exclusión que afecta la convivencia en ambos lados de la frontera. 

México debe prepararse desde ahora. Las políticas de deportación masiva no solo son un asunto de Estados Unidos; sus consecuencias trascienden fronteras y tienen un impacto directo en nuestra sociedad. Es urgente fortalecer programas de reintegración, crear estrategias económicas que permitan absorber a las personas deportadas y, sobre todo, exigir un trato digno para quienes buscan un futuro mejor. 

Recordemos que la migración no es un crimen; es una necesidad y también un recordatorio al derecho humano del libre tránsito. Mientras Trump y su retórica levantan muros –físicos o invisibles–, México debe construir puentes. Pero para ello, hace falta voluntad política, planificación estratégica y un compromiso inquebrantable con los derechos humanos.

La pregunta no es si Donald Trump puede deportar a más personas, sino si estamos listos para enfrentar y mitigar los efectos de su regreso al poder.

¿Estamos preparados?
 

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