Lunes, 02 de Diciembre 2024

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Angelus Novus

Por: Luis Ernesto Salomón

Angelus Novus

Angelus Novus

Los ángeles celestiales han sido materializados como seres encargados de mantener un cántico eterno a la divinidad. Parece que ahora hay una suerte de inmovilidad de los ángeles que provocan que en lugar de cánticos, se produzca una agitación optimista por el afán de poseer y vivir vertiginosamente. Estos ángeles inmóviles son azotados por un viento húmedo torrencial que seduce, atrae y destruye. No pueden agitar sus alas y elevarse a las alturas y quizá por eso permiten que poco a poco se vaya minando la conciencia de cada uno confundiéndola con un afán de eficiencia. La conciencia de los hombres se vuelve adoración de los procesos. Como toda tormenta, trae consigo una incesante incertidumbre, y lo peor es que creemos dominarla. Advertía Walter Benjamin en sus iluminaciones de esta imagen que somete el devenir. Le llamaba el Ángel de la Historia.

Quizá con visión profética, ahora nos paseamos dejándonos perder la conciencia entre aspiraciones materiales y realidades digitales. Somos como los paseantes de París entre los primeros escaparates seductores a los que Benjamin describía como una suerte de entes mirando lo que no podían ser ni tener.

Si Walter no hubiera muerto podría ver cómo los escaparates de principios del siglo XX se han convertido en dispositivos electrónicos, y cómo la tormenta sigue procurando envolvernos para tener la mayor cantidad de experiencias acumuladas. Sigue sujetando al ángel. El paseo plácido ante los escaparates se ha convertido en horas ante los dispositivos entre el vértigo y la angustia que propicia a la violencia.

Si pudiéramos ponernos a resguardo y para ver la tormenta en conjunto, y saber por qué nos inmoviliza, como al ángel, podríamos darnos cuenta de lo irracional que resulta la convivencia que tenemos con la atrocidad de la violencia.

La indiferencia nos carcome casi sin darnos cuenta. La capacidad de indignación mengua a medida que se vuelve cotidiana la crueldad y la injusticia. Con esa frialdad distante vemos una guerra en donde mueren miles de personas en Ucrania, e impávidos nos enteramos de decenas de miles de personas desparecidas, asesinadas y torturadas en nuestras ciudades. Vivimos una suerte de extravío pseudo diletante que debe parecerse a la imagen del dibujo llamado “Angelus Novus” de Paul Klee del que Benjamin dijo: “Los ojos se le ven desorbitados, tiene la boca abierta y además las alas desplegadas. Pues este aspecto deberá tener el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona incansablemente ruina tras ruina y se las va arrojando a los pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, una tempestad se enreda en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja incontenible hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad.”

Tenemos obligación de elevar al hombre por encima de ese torbellino seductor, colocando a la persona como un fin valioso por sí mismo. Debemos de intentar detenernos y pensar cómo recomponer la catástrofe que representa ser indiferentes al dolor, al cubrirnos con el manto del eficientísmo, del “a mí no me toca”, porque como decía Publio: somos humanos y nada de lo humano nos es ajeno. Porque tristemente no podemos esperar a los muertos, sí nos corresponde a todos dejar de escuchar los falsos cánticos de la indiferencia egoísta que induce la tormenta que nos inmoviliza para procurar una transformación que permita extender las alas de nuevo.

luisernestosalomon@gmail.com

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