Lunes, 02 de Diciembre 2024

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Tren Maya: improvisación y silencio

Por: Diego Petersen

Tren Maya: improvisación y silencio

Tren Maya: improvisación y silencio

En, como diría Monsiváis, una honesta declaración patrimonial de sus limitaciones intelectuales, la secretaria de la Función Pública, Raquel Buenrostro, confesó lo que todos sabíamos: que nunca existió un proyecto ejecutivo para la construcción del Tren Maya. Lejos de realizar una acción para castigar a los responsables, la funcionaria, que debería vigilar que el Gobierno y los funcionarios cumplan la ley, lo que propone es cambiarla. Al más puro estilo de “Varguitas”, el personaje de la película La Ley de Herodes, cada vez que se topan con algo que les impida hacer su santa voluntad, la propuesta es cambiar la ley, algo que poco a poco se va volviendo una bonita tradición del Gobierno de la llamada 4T.

Exigir proyectos ejecutivos y manifestaciones de impacto ambiental para cada obra no son ganas de joder. Se trata justamente de evitar eso que el Tren Maya ha tenido a raudales: improvisaciones, sobrecostos y, principalmente, daños ambientales irreversibles. Evidentemente, si hubieran hecho estudios de origen y destino, estudios de factibilidad y proyectos ejecutivos antes de iniciar la obra, se habrían enterado de que el trazo era incorrecto, que había cavernas en todo el subsuelo y corredores de fauna protegida.

Basten dos ejemplos para dimensionar el tamaño del daño ecológico y presupuestal. La secretaria Buenrostro puso como ejemplo de los imprevistos de la obra, cito: “nos encontramos con un manglar”. No, no lo descubrieron ni salió de repente; el manglar siempre estuvo ahí. Si no sabían de su existencia, era pura y llana ignorancia, fruto de la improvisación y de la falta de proyectos como exige la ley.

El segundo punto, mucho más grave, fue la divulgación en El Universal de un convenio de la Sedena con una empresa de nombre Susoma Soluciones Ambientales, en el que se contrata a esta empresa para evitar que la fauna se acerque a las vías del tren. El contrato, nada barato, por cierto, exige que se dé “un trato humanitario” a las especies en peligro de extinción (el chiste se cuenta solo), pero permite a esta empresa de soluciones ambientales hacer cualquier cosa para evitar que la “fauna nociva para las operaciones ferroviarias”, como jaguares, venados o tapires, se acerquen a las vías. En el convenio se permite desde el uso de cañones de ruido, trampas y retiro de flora y fauna hasta el sacrificio de especies, eso sí, bajo la norma oficial mexicana. En todo el mundo existe fauna que convive con la infraestructura, sea ferroviaria o carretera, y para ello se estudian los corredores de fauna, se hace un proyecto ejecutivo y se construyen pasos seguros. Pero no, les resulta mejor cambiar la ley. Para eso son mayoría.

Por cierto, ante la catástrofe ambiental y presupuestal del Tren Maya, la presidenta ecologista y científica “calla como momia” (la frase la acuñó su líder, López Obrador, así que supongo que no ofende a nadie).

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