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El olor de la vida y el trabajo

El martes 27 de octubre llegó la hora de llevar las flores de cempasúchil para adornar el Día de Muertos en la ciudad

GUADALAJARA, JALISCO (01/NOV/2015).- El aroma es inconfundible al llegar a San Sebastián. Es la flor de cempasúchil que inunda al aire con ese peculiar olor que memora a quienes se han adelantado en el camino. A nuestros muertos.

El color también es perceptible a un par de kilómetros siguiendo por la Prolongación 8 de Julio: campos cubiertos de amarillo que rompen silenciosamente con lo verdoso del cerro y la blancura estridente de las nubes de Tlajomulco de Zúñiga.

La lluvia amenaza con manifestarse y los campesinos apresuran sus manos para formar la mayor cantidad de ramos posibles en cuestión de segundos. La camioneta ya está repleta de esta especie de clavel amarillento y es momento de comenzar la repartición en las florerías de la metrópoli, aun cuando son las seis de la tarde del martes 27 de octubre.

Es la primera tanda, luego de que la semilla fuera sembrada en agosto. “Los sembradíos parecen no tener fin”, comenta David Mora, el campesino de 64 años de edad que saluda cuidadosamente al estrechar su mano salpicada de lodo y un par de callos que se han acuñado en sus palmas y el contorno de los dedos.

No tiene idea de cuántos ramos lleva acomodados sobre la mesa, pero sí sabe que en San Sebastián, él y sus hijos (Gilberto, Gerardo y Jesús) fueron los pioneros de esta cosecha, pues hasta hace apenas ocho años no había quién plantara la cempasúchil y ni quién la vendiera para adornar los tradicionales altares, ni colorear la memoria en los cementerios.

Jornada laboral y familiar

La jornada laboral para retirar la flor conlleva de seis a ocho horas continuas en cuclillas, de rodillas o con la espalda jorobada para no dañar el tallo de la flor.

“Unos andan cortando, otros amarrando o acarreando a las camionetas. Somos la familia, tres hermanos, mi papá, mi esposa, cuñada y puros trabajadores para sacar la producción”, cuenta Gilberto Mora.

De la tierra a los altares

“Empezamos de a poco, con 10 surcos (zanjas) y luego 20, hasta llegar a dos hectáreas”, dice Gilberto Mora, mientras ayuda a su padre a organizar los primeros ramos, los cuales son vendidos entre 20 y 25 pesos. “Cada manojo lo hacemos al tanteo, pero traerá entre 100 y 150 motitas de flor. Los días buenos de venta son desde el 27 de octubre hasta el 1 de noviembre”.

Otro color para la fiesta

El cordón de obispo es otra flor que también despunta en octubre y noviembre. Aunque suele confundirse con la cempasúchil ante la formación abotonada de sus pétalos; su característica tonalidad carmesí la ha hecho favorita e indispensable en el colorido de los altares de muerto, pese a que su aroma no es tan potente como la cempasúchil.

La espera que da frutos

La siembra implica un proceso de espera de tres meses: primero se almaciga, luego se trasplanta, se nutre y fumiga, hasta que la flor alcanza hasta un metro y medio de altura. “Es muy cansado porque hay que andar en el sol, cortando y amarrando los ramos. A veces las manos se te revientan de tantas ampollas”, dice el campesino.

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