Según detalla la directora del Centro INAH Jalisco, Alicia García Vázquez, la institución registra más de dos mil sitios arqueológicos en el Estado, pero esto no quiere decir que sean los únicos, el registro se va alimentando de los hallazgos que la misma comunidad va notificando.De todos estos, solo dos zonas están abiertas al público, Guachimontones y El Ixtépete. En la primera está la intención de trabajar en la parte alta que aún no se ha explorado y en la segunda hay un proyecto importante para recuperar la zona en conjunto con el ejido de Santa Ana Tepetitlán, el municipio de Zapopan y el propio INAH.Alicia destacó que no se está desarrollando tanto trabajo de investigación arqueológica en este momento porque faltan arqueólogos, acotando que aun así La Universidad de Guadalajara (UdeG) también hace proyectos de investigación arqueológica así como el Laboratorio de Arqueología Otto Schöndube, “hay diferentes proyectos arqueológicos que no todos los hacen los investigadores del INAH, pero todos tienen el permiso del Consejo de Arqueología del instituto”. Jalisco cuenta con más de dos mil sitios arqueológicos registrados, de los cuales dos zonas son las que están abiertas al público: Guachimontones y El Ixtépete, señala Alicia García Vázquez, directora del Centro INAH -Instituto Nacional de Antropología e Historia- Jalisco. A estos sitios arqueológicos se suma el de más reciente hallazgo: “Las Urracas”. Este sitio fue descubierto por la historiadora Lilia Oliver, académica de la Universidad de Guadalajara (UdeG), y se localiza en la región de la Costa Sur del Estado, en Autlán de Navarro. En entrevista con EL INFORMADOR, comenta que la antigüedad de este sitio sería de 2000 años. Expresa además que está registrado ante el INAH y la institución les ha brindado su apoyo. Las investigaciones que ha hecho la académica las ha realizado en coordinación con la arqueóloga Chloé Pomedio.“Las Urracas” no es un sitio abierto al público y está ubicado en un predio donde la Universidad de Guadalajara es la propietaria, “hay vigilancia día y noche, está muy protegido”. Además, acota que como el hallazgo no tiene que ver con restos monumentales, no es una zona que pueda tener mucho atractivo turístico, “más bien lo valioso del sitio es científico y arqueológico, porque con un fragmento de una vasija, por ejemplo, podemos hacer muchas interpretaciones y podemos saber mucho de la historia de esos primeros pobladores”.Relata que en las excavaciones arqueológicas que se han hecho, se han encontrado restos de huesos de perros, “y cualquier resto o alguna figura antropomorfa por más pequeña que sea, nos da mucha información”. Reitera también que la investigación en “Las Urracas” continúa, pero de momento no se están haciendo excavaciones, “seguramente en el verano continuaremos con éstas, todo dependen de los recursos que se tengan. Hay que solicitar otro permiso al INAH porque como ya está registrado, nosotros no podemos tocar nada sin su autorización”.Sin embargo, refrenda que el estudio llevará mucho tiempo, pero adelanta que de los hallazgos del sitio están pronto a salir dos tesis, una de maestría y una de licenciatura, así que habría más información de lo que se ha encontrado, pues serían fragmentos de la historia prehispánica de la Costa Sur de Jalisco. Previamente en esta investigación que se ha hecho bajo la supervisión de la maestra Lilia y la arqueóloga Chloé Pomedio, se encontraron los cimientos de piedra de lo que posiblemente pudo ser un centro ceremonial, esta hipótesis se refrendó porque la arqueóloga descubrió una plataforma. Los estudios sobre la historia de Autlán, Lilia los comenzó hace muchos años, incluso ha publicado tres libros. Pero el hallazgo de esta plataforma data entre el 2019 y el 2020.Se llegó al descubrimiento de que en “Las Urracas” se asentó una ciudad de al menos 2000 años de antigüedad porque Lilia analizó los primeros textos españoles que se escribieron sobre la región de Autlán, recuerda que los españoles llegaron entre 1524 y 1525, donde organizaron una expedición militar dirigida por el conquistador Francisco Cortés al Valle de Autlán, y estos mismos españoles hicieron una serie de descripciones de cómo estaban los asentamientos prehispánicos. “Y este documento muy valioso, lo relacioné con otros textos que se habían escrito sobre la historia de Autlán, uno de ellos lo escribió un historiador autlense que se llama Rubén Villaseñor Bordes y otros trabajos de una arqueóloga norteamericana que se llama Isabel Kelly”. Cotejando esta información, Lilia hace todos sus estudios para descubrir el sitio arqueológico “Las Urracas”. Sobre el trabajo de preservación que hace el INAH en general en el Estado, destacó la maestra que la institución hace muchos esfuerzos en torno al tema, “hace un gran trabajo. En nuestro país tenemos una riqueza arqueológica impresionante, porque fue un espacio con una población muy grande por mucho tiempo. Entonces, hay muchos vestigios”. El Estado cuenta con dos zonas arqueológicas abiertas al público: Guachimontones y El Ixtépete. “En el caso de Guachimontones se opera en coordinación con el Estado de Jalisco (a través) de la Secretaría de Cultura. Es una zona que no tiene problema y ahora estamos viendo la posibilidad de poder trabajar en la parte alta porque todavía es un espacio que no se ha explorado”, explica Alicia García Vázquez, directora del Centro INAH Jalisco.Resalta que en lo concerniente a El Ixtépete están haciendo una pequeña restauración de la estructura principal, “pero tenemos un proyecto muy grande con el municipio de Zapopan, porque la verdad que sí es una zona que ha estado descuidada, pero bueno, afortunadamente ya estamos retomando los trabajos, y esto era porque había problemas con la tenencia de la tierra, pero ya lo solucionamos. Y junto con el ejido de Santa Ana Tepetitlán, el municipio de Zapopan y el INAH, vamos a empezar a trabajar para recuperar la zona, esto será en el transcurso del año, ahora se están haciendo los trabajos de protección”.También recuerda que se está trabajando en el área de Teocaltitán con el apoyo del gobierno del Estado, la Secretaría de Cultura y con los investigadores del INAH. “Es un trabajo que ya lleva más de 14 años, y que espero que en dos o tres años se pueda abrir al público”, explica que ahora mismo se están consolidando las estructuras principales.Hay otro sitio llamado ejido Ixtapa, ubicado en Puerto Vallarta y comparte que en estos días habrá una reunión con el municipio y con la Universidad de Guadalajara para ver de qué manera se puede trabajar entre las tres instancias a esta área arqueológica. “Queremos recuperar también el sitio arqueológico de Santa Quiteria en El Arenal, pero desgraciadamente hay algunos agricultores que han estado sembrando agave, ya hicimos la denuncia correspondiente y estamos esperando que nos den una respuesta por parte de la procuraduría para poder retirarlo y poder trabajar el sitio”.En el área de Etzatlán está el Palacio de Ocomo, pero recuerda Alicia que ahora mismo no hay un proyecto arqueológico en esa zona, sin embargo, la están conservando con el apoyo del gobierno del Estado y la Secretaría de Cultura. Acotó que también hay otras áreas destacadas como Santa Inés en Sayula y otros vestigios en Tonalá, pero de momento sólo se está trabajando en los lugares antes mencionados.Alicia también resaltó que en el INAH no se está desarrollando tanto trabajo de investigación arqueológica porque faltan arqueólogos, “de hecho el trabajo arqueológico que se está haciendo en Guachimontones es a través del Colegio de Michoacán. La UdeG también hace proyectos de investigación arqueológica así como el Laboratorio de Arqueología Otto Schöndube, hay diferentes proyectos arqueológicos que no todos los hacen los investigadores del INAH, pero todos tienen el permiso del Consejo de Arqueología del instituto”.El arqueólogo y antropólogo estadunidense Phillip Clayton Weigand Moore, descubridor de la zona arqueológica de Guachimontones, en Teuchitlán, Jalisco, zona a la que dedicó más de 30 años de investigación, nació en 1937 y murió en 2011. Estudió Historia en la Universidad de Indiana, para después cursar estudios en antropología y arqueología en la Universidad Illinois. Con el tiempo, se convirtió en decano del Centro de Estudios Arqueológicos de El Colegio de Michoacán.Llegó a nuestro país en 1957, para hacer investigación en la zona de Zacatecas. Sus primeros trabajos en México fueron en el territorio del Cañón de Bolaños en la década de los cincuenta, como alumno del Dr. John Charles Kelly. Ahí formó parte de las primeras excavaciones de estructuras circulares en el Occidente del país, fue así que desde entonces y hasta el último día de su vida, su destino quedaría ligado a la investigación de lo que él llamó: la Tradición Teuchitlán. Ya en los años setenta, en compañía de su esposa Arcelia García, halló un enorme taller de obsidiana en el que millones de paletas y trozos afilados de rocas se acumulaban hasta tres metros de profundidad a través de dos hectáreas a los pies del volcán extinto Tequila; de esta forma, inició el descubrimiento de Los Guachimontones, uno de los asentamientos antiguos más importantes de México. Asimismo, el trabajo de Weigand representó no sólo el hallazgo de un sitio arqueológico sino de todo un paisaje cultural, el cual incluía un elaborado complejo urbano, con chinampas, talleres, barrios y fortificaciones.Cabe señalar que Guachimontones recibe a más de 250 mil visitantes anuales, lo que lo convierte en uno de los sitios arqueológicos más visitados del país. El proyecto de Weigand -que empezó en los años sesenta- constituye, hasta la actualidad, el estudio arqueológico más importante del Occidente mexicano, debido principalmente al hallazgo de una nueva pieza en el gran rompecabezas mesoamericano, la “ecúmene”, como él la llamaba; el descubrimiento de una nueva civilización antes desconocida, que contribuyó no sólo a entender que en el Occidente de México existían sociedades complejas a principios de la era cristiana, lo que dio lugar a la relación entre esta región de Mesoamérica y las culturas ya descubiertas en el centro y norte de México.Entre los libros que enmarcan su trayectoria científica y son ahora básicos para la antropología y la arqueología regional, se hallan: “Tenamaxtliy Guaxicar: las raíces profundas de la rebelión de Nueva Galicia” (1996); “Evolución de una civilización prehispánica: arqueología de Jalisco, Nayarit y Zacatecas” (1993); y “Tradición Teuchitlán” (2008), obras editadas por El Colegio de Michoacán (algunas de ellas, agotadas). Voz del experto Bogar Armando Escobar Hernández, profesor e investigador del CUCSHSobre los trabajos que hace el INAH Jalisco para preservar los vestigios del Estado, el antropólogo, Bogar Armando Escobar Hernández, profesor e investigador del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), expresa a EL INFORMADOR que en el aspecto técnico se trabajaba bien y hay gente muy capacitada, “tal vez el punto que es donde no se avance tan rápido, es la cuestión económica”, al referir que se necesita dinero estatal y federal.Sin embargo, en donde centró su opinión es en el tema de la difusión, “qué tanto se conocen estas zonas y sobre todo qué tanto hay un interés por conocerlas y de alguna manera resguardarlas. Es un aspecto que me parece fundamental. Analicemos al hombre moderno, vivimos en una sociedad muy acelerada donde sobre todo en ciertas regiones la lucha es por conseguir el sustento cotidiano y resguardarse de la inseguridad, además de conseguir ciertos elementos de bienestar material y aunque pareciera que esto no tiene incidencia en los sitios arqueológicos, sí la tiene”.En ese sentido expresa que si una persona vive con estos dilemas en su vida diaria, “es difícil que se interese por conocer y cuidar estos sitios arqueológicos, tendría que haber desde las formaciones básicas -primaria y secundaria- una formación en el sentido de valorar de la cultura arqueológico, que son los vestigios materiales de nuestro pasado. Y así como se ha intentado crear conciencia de nuestro pasado histórico por cómo determina nuestro ser actual, se tendría que tener específicamente esta atención a la materia del conocimiento arqueológico”.Destaca además que con los recursos que se tienen se hace la mayor difusión posible, pero reitera que debería involucrarse al sector educativo a nivel nacional y federal para que se instrumentaran estrategias en libros de texto, talleres o conferencias, inclusive hacer una feria de la arqueología para que la difusión se expanda.“Los arqueólogos y la gente directamente involucrada, hace lo que puede y lo que está en sus manos, pero tendrían que hacerse más actividades de mayor difusión de estos sitios. Tendemos a creer a que hay ciertos elementos de la cultura que son de orden elitista, como la música clásica, la literatura y la poesía, y yo me atrevo a incluir la arqueología, porque tendemos a verla distante de la cultura más popular, y es al contrario, se trata de nuestras raíces y nuestras bases, las que milenariamente nos han dado origen y sentido”. El Museo de Paleontología de Guadalajara “Federico A. Solórzano Barreto” (Av. Dr. R. Michel 520) tiene 23 años de existencia, según destaca en entrevista con EL INFORMADOR Isabel Orendáin Martínez Gallardo, directora del inmueble. Se inauguró el 14 de febrero del año 2000 en la parte posterior del Parque Agua Azul para albergar la colección de fósiles que donó el señor Federico A. Solórzano. El Ayuntamiento de Guadalajara en ese momento lo dio a conocer como parte de los festejos del nuevo siglo.A propósito del más reciente aniversario, se hizo un ciclo de conferencias que tienen que ver con la exposición temporal que se encuentra ahora de nombre “La primavera, pasado y presente”. Y durante el mes de abril tuvieron una afluencia de cerca de nueve mil visitantes. Destaca Isabel que el museo tiene un programa de visita escolar muy consolidado, reiterando también que el ingreso al inmueble y la actividades son gratuitas, “se otorgó la gratuidad en 2020”. El museo abre de martes a viernes de 09:30 a 16:45 horas, los sábados de 10:00 a 16:45 y los domingos de 10:30 a 15:30 horas. En las redes sociales del recinto se avisa sobre talleres y otras actividades.En cuanto a la vocación de éste, destaca Isabel: “Desde el inicio, cuando se abrió el museo, la directora era Diana Solórzano, hija del ingeniero Solórzano, quien formó la colección que tenemos en exhibición. Y se estableció la misión de salvaguardar, estudiar y divulgar el patrimonio paleontológico de Jalisco, y al haberse establecido una meta tan precisa, ha sido uno de los fuertes del museo, porque a veces hemos tenido que cambiar estrategias, actividades y horarios para poder llegar a más público, pero siempre con la meta muy clara y eso ha sido muy enriquecedor”.Reitera que la colección de fósiles que se tiene es muy importante, “se han registrado ante el INAH 12 mil piezas, pero todavía falta mucho más. Además, el equipo de curaduría desafortunadamente nada más cuenta con una persona permanente y otra que está en calidad, me parece, que de supernumeraria -de manera temporal-, cuando llegamos a tener cinco personas para poder estudiar este acervo que es muy amplio”. Pero subraya que la colección es estudiada y divulgada con la publicación de artículos y también se va a congresos para dar a conocer los hallazgos que se han hecho, además, el equipo de curaduría colabora con el INAH cuando lo invita para hacer rescates paleontológicos como el caso del gonfoterio que se encontró en Chapala en el año 2000 y los megaterios de Amacueca en el 2014, entre otros.También recuerda Isabel que la colección que se tiene es del pleistoceno que es el cuaternario, “por lo mismo no tenemos restos de dinosaurios, estos se extinguieron hace 65 millones de años y en la colección Solórzano no hay, pero sí tenemos fósiles marinos muy antiguos que son del cretácico, de 100 millones de años, que son del área de Tamazula, pero principalmente se trata de fauna del pleistoceno que en su mayoría son mamíferos, pero también tenemos aves y peces”.Se hizo una réplica del gonfoterio de Chapala porque como estaba no se podía exhibir y ahora es una de las piezas que al público le gusta mucho ver al interior del museo. Sobre las exposiciones, destaca Isabel que las permanentes están en siete salas, una de ellas con un nuevo discurso en el museo, ésta se llamaba antes “Jalisco en el universo” y ahora con una nueva museografía, se llama “La Tierra, un sistema cambiante” y así estarán buscando renovar las demás salas pues los contenidos no han sido renovados.También hay un pabellón de geología que está prestado en comodato por la familia Solórzano de rocas y minerales de todo el mundo. Además, también hay una sala llamada “Biocámara” donde se presentan diferentes exposiciones fotográficas, más la sala temporal donde está la muestra “La primavera, pasado y presente” donde se habla de la geología del bosque y los años que tiene, más los fósiles que se han encontrado. El 20 de mayo el museo ofrecerá la charla “El secreto de las rocas”, será emitida por un geólogo de Puerto Rico.Con el objetivo de mostrar la evolución geológica de la sierra La Primavera, desde su origen hasta la formación de lo que conocemos como Bosque La Primavera -designado como Área de Protección de Flora y Fauna en 1980-, se inauguró en 2022 la muestra temporal “La primavera, pasado y presente”, en el Museo de Paleontología de Guadalajara.En la muestra, por medio de objetos e imágenes se expone la biodiversidad que ha existido y existe en este bosque, así como su importancia ambiental para Jalisco. En esta exposición los visitantes pueden conocer la historia de esta área natural a través de información científica actualizada, relacionada con la geología, la paleontología y la arqueología.CT