Hablar de café es hablar de la segunda bebida más consumida en el mundo, después del agua. Su ingesta ronda en dos mil 200 millones de tazas diarias, con un incremento constante. Mientras lees esto, probablemente tengas una taza a tu lado. ¿Te has preguntado quiénes hicieron posible que disfrutes este café? ¿De dónde viene? ¿En qué condiciones se produjo? ¿Las personas involucradas recibieron un pago justo? Este texto busca responder esas inquietudes. El café que consumimos es el resultado de un largo proceso que va desde el cultivo y la cosecha hasta el despulpado, la fermentación, el lavado, el secado, el tueste y la molienda. El cultivo de café sólo es posible en las regiones tropicales de Asia, África y Latinoamérica, pues las plantas no toleran heladas ni sequías. Hay dos formas predominantes para cultivarlo: a) El monocultivo y b) El policultivo tradicional o plantación bajo sombra.El monocultivo implica la eliminación de otras especies que podrían coexistir en una parcela, para plantar exclusivamente plantas de café. Aunque este sistema puede tener una alta rentabilidad económica, conlleva implicaciones ambientales, debido a que aumenta los niveles de radiación, eleva la temperatura del suelo, elimina los microorganismos, y dificulta la captación y disponibilidad del agua, por el uso intensivo de pesticidas que, a su vez, acidifican los suelos y contaminan los mantos acuíferos. En contraste, el policultivo tradicional es una adaptación implementada por productores de pequeña escala (propietarios de parcelas menores a 5 hectáreas), en donde las plantas de café coexisten con otras especies que son seleccionadas por su capacidad para fijar nitrógeno, mejorar la calidad del suelo, por la producción de fruta o por ser árboles maderables, de gran ayuda en tiempos de necesidades económicas. Esta diversificación ha propiciado la conservación de la biodiversidad en su conjunto en las regiones en las que se practica este sistema de cultivo.Por ello, el cultivo del café bajo sombra es uno de los sistemas productivos de mayor relevancia ecológica en el mundo, de modo que, en México, integra alrededor de 500 mil personas productoras pertenecientes a treinta etnias. Pese a los beneficios ecológicos que ofrece, quienes se dedican a la cafeticultura enfrentan problemas como altos costos de producción, volatilidad de precios, falta de oportunidades de mercado, escaso poder de negociación, falta de capacitación y carencia de financiamiento. Este panorama ha provocado el abandono de las plantaciones, cambios en el uso de suelo, migración y una reducción en el nivel de vida en quienes dependen de la cafeticultura, lo que amenaza la permanencia de este sistema productivo.¿Cómo podemos ayudar a cambiar esto? Promoviendo el consumo de café producido bajo sombra por pequeños productores. Es posible encontrarlo en mercados orgánicos, en cafeterías independientes o en la venta a domicilio. Además, es importante asegurarnos de pagar un precio justo por este producto. Cuando consumimos café producido bajo sombra, además de su extraordinario sabor, contribuimos al sustento de familias rurales que, con su trabajo, contribuyen a cuidar el ambiente.Magali Martínez Villanueva y Neiber Maldonado Suárez son estudiantes del Doctorado en Psicología con Orientación en Calidad de Vida y Salud en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara y miembros de una familia de productores artesanales de café orgánico de Villa Talea de Castro, en la sierra norte de Oaxaca. Su cortometraje Un rincón entre montañas, bosque y café, fue ganador en el concurso internacional de cortometrajes Experiencias de Transformación Socioambiental: Alternativas para un Mundo del Mañana.Crónicas del Antropoceno es un espacio para la reflexión sobre la época humana y sus consecuencias producido por el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara que incluye una columna y un podcast disponible en todas las plataformas digitales.