“Vuelva mañana”, le dijeron a la profesora después de estar tres horas haciendo fila. A su alrededor más de 50 personas también esperaban, como ella, tramitar su incapacidad laboral porque estaban contagiadas de COVID-19; la mayoría con su prueba positiva en mano.La profesora no dejaba de toser, había tenido fiebre, sentía que el pecho le ardía y le estilaba la nariz. Volvió al día siguiente a la clínica del ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado) y “tuvo suerte”: la recibió un médico del módulo de contagios por coronavirus y le dio 7 días de incapacidad, pero le dijeron que después de esa fecha, sí o sí, ya debía presentarse a trabajar.El sistema de salud vuelve a estar sobrepasado ante la cantidad de contagios durante los últimos días. Mientras la vacunación continúa y la ocupación hospitalaria está al 45% (según cifras del Gobierno de México), las consultas y trámites de incapacidades (o licencias médicas) se saturaron, volviéndose “cuello de botella” para miles de personas con coronavirus en el país.Tan sólo en las tres primeras semanas del año, se tramitaron ante el Seguro Social más de 750 mil incapacidades temporales en todo el territorio mexicano. Además de las graves afectaciones en la salud de los trabajadores, las ausencias laborales también han tenido un costo económico, donde las pequeñas y medianas empresas son las más golpeadas, porque suelen tener pocos trabajadores y todos contagiados.“Estamos estimando un costo diario de incapacidades que los patrones están pagando al Instituto Mexicano del Seguro Social de 5 millones de pesos. Es un costo importante, porque si lo multiplicamos al mes estamos hablando de cerca de 150 millones de pesos nada más en Jalisco”, dijo Raúl Uranga Lamadrid, presidente de la Cámara de Comercio de Guadalajara, a Noticieros Televisa. Y a esas cifras habría que agregar todas aquellas personas que laboran en el comercio informal y que no cuentan con seguridad social.Después de conseguir su incapacidad, la profesora regresó a la clínica. Ya habían pasado los 7 días y tenía que presentarse a trabajar, pero ella seguía sintiéndose mal; se hizo la prueba COVID-19 y volvió a salir positivo. Seguía contagiada. Le dijeron que así se fuera a su escuela, que ya no podían darle más días de licencia por enfermedad.“¿Cómo me voy a presentar a trabajar si sigo positiva a COVID-19?”, le preguntó a la trabajadora del ISSSTE. “Soy maestra, tengo contacto con los niños, los voy a contagiar”.Volvió a ir al día siguiente y la mandaron con el médico familiar. Le dijeron que su carga viral era baja y que ya no contagiaría, y que las molestias eran secuelas de la enfermedad. En total, se ausentó 9 días de su escuela, 4 de ellos se los pasó en la clínica haciendo filas, trámites y esperando ser atendida. En ocasiones el trato llega a ser inhumano. Quizás ver tantos casos llega a deshumanizar o bloquear o borrar la empatía (algo que puede pasar en cualquier trabajo o profesión). Quizás las condiciones laborales en que está el personal de salud tampoco ayuda. Quizás si fuera algún familiar suyo la situación sería distinta.Mientras las autoridades tratan de aminorar la burocracia para atender los contagios y tramitar las incapacidades, los trabajadores de la salud también están ya saturados y seguramente cansados. Incluso, con el temor latente a contagiarse. Hoy los picos de contagios continúan y en los siguientes días se verá si las estrategias para solicitar las “licencias COVID-19” en línea disminuyen las filas de trabajadores, así como la exposición de los propios médicos, enfermeras y demás personal hospitalario… para que a los pacientes ya no les digan: “Vuelva mañana”.