Cómo ya sabrá el lector, México ha cambiado su postura de relaciones exteriores respecto de Venezuela. Si antes México pedía fervientemente el arreglo de la situación venezolana, hoy va por su perpetuación. Situación o circunstancias desesperadas y acarreadas por el fallecido Hugo Chávez y culminada por actual dizque presidente, Nicolás Maduro.Nación riquísima en petróleo, quizá la más de todo el mundo. Antes una potencia democrática. Ahora, sus procesos democráticos son una burla. No se cuentan los votos: el ente organizador de sus elecciones, una vez debilitado por Chávez, fue tomado en su totalidad por el madurismo. Así las elecciones venezolanas, incluyendo aquella de mayo de 2018 donde se reeligió Nicolás Maduro, son controladas por el régimen. El voto no juega, no cuenta, solo lo hace la voluntad del Gobierno o lo mismo: la arbitrariedad como regla.Ya no hay democracia electoral, con todas sus implicaciones. La mudanza de un régimen medianamente funcional donde por lo menos se contaban los votos y se podía acudir a votar sin miedos ni amenazas, a un régimen donde ya no se cuentan, se dio poco a poco de forma casi imperceptible. La debilitación de sus instituciones ha llegado a tal grado donde la gente muere por falta de medicinas y alimentos. No se pueden transportar por falta de gasolina y refacciones. No hay separación de poderes. El Gobierno está asociado con todo tipo de mafias (traviesos les diríamos en México) y por lo tanto también es travieso. Dichas mafias tienen bajo su control soberano a todo Venezuela, dividida por los feudos de los malandros en turno a los cuales hay que pagarles por pasar por ahí para transportar cualquier cosa. El poder se encuentra centralizado: los estados están de adorno. La inseguridad aunque nos cueste imaginar, es peor de la de aquí. Mucho peor. La inflación ya es de tres ceros y han huido millones. La iniciativa privada salvo la coaligada con el régimen ya no existe. El Gobierno logró reventarla y expropiarla para depredarla. El miedo además se acrecienta con la legitimidad de paramilitares afines. Curioso: a pesar de la enorme e indebida influencia cubana incrustada en el mando superior de Venezuela casi a grado de colonización, su presidente alega injerencia por el desconocimiento de éste miércoles pasado, de su nombramiento oficial presidente reelecto por países como Estados Unidos, Canadá y otros muchos.México al contrario reconoció su nombramiento. Allá hay injerencias buenas y malas. Las buenas son las los gobiernos aliados. No por nada Maduro está feliz. Hace pocos meses éramos “sus enemigos”, hoy grita con desenfreno: ¡Viva México!Es lamentable pero es así: la única salida del régimen actual venezolano no se dará ni con desconocimientos ni nada. La salida necesariamente de fuerza (golpe de Estado, insurrección, o como resultado de una guerra civil). Y con mucha sangre aparte de la ya regada. Así, el conocimiento o reconocimiento no importa para expulsar a los chavistas y cubanos del poder en Venezuela. Pero sí es relevante el mensaje hacia la política interior (la mejor política exterior es la interior, a decir de AMLO). Y el mensaje es muy sencillo: el gobierno de México es amigo de Maduro. No le parece mal dicho sistema político y además a mi ver se está curando en salud, para cuando si lo logra -como me parece es su objetivo-, tomar en sus manos todo el poder posible con reelecciones incluidas, rodeándose de traviesos y cuanto malandro encuentre, pueda decir: no se metan conmigo, yo no me metí con Venezuela.@seraguirresergio@aguirre-consultores.com.mx