En estos tiempos cruciales por los cuales nos ha tocado transitar, vemos actitudes y reacciones de todo tipo y calidad. Desde los que aprovechan para el sensacionalismo alarmante y los que desacreditan gratuitamente toda información, tratándola de irrelevante. Y no se diga de quienes tienen la extraordinaria capacidad de encontrarle el lado cómico a la más grave situación.No obstante, hoy por hoy, es muy importante desempolvar cosas que hemos olvidado desde hace tiempo. Y uno de los tópicos que nos tocan muy de cerca es precisamente la fe.Pero como tal vez nos hemos quedado con aquella definición elemental que nos decía que Fe es creer lo que no se ve, entonces mejor vamos dando credibilidad a lo que vemos y hacemos de lado todo cuanto no podemos atrapar con las manos,Sin embargo, olvidamos que toda nuestra vida, desde que nacimos ha transitado sobre rieles, impulsada por la fe. Creímos a nuestros padres, que nos daban el mejor alimento para vivir y desarrollarnos. Creímos a los maestros que nos abrieron las puertas de la sabiduría y creemos en los médicos que nos han ayudado a conservar la salud.En la actualidad, lo más grave del momento en que vivimos es la deformación de nuestros esquemas de fe. Ahora abrimos los oídos para dar fe a todo aquello que resuena más estrepitosamente, al que habla más fuerte o con más énfasis. Creemos las más absurdas charlatanerías y no escuchamos a personas sabias y sensatas que nos dicen la verdad.Tampoco escuchamos a nuestra razón que nos advierte cuando hay serios peligros y creemos que podemos más, pero sí hacemos caso a las fantasías que vemos en la película más reciente o en la telenovela de moda, aunque sean basadas en la más absurda realidad, o en una loca fantasía.No creemos a las autoridades porque quién sabe qué ocultas intenciones les muevan a decir esto o aquello, pero sí los noticieros son más sensacionales o controversiales, entonces sí merecen atención.No creemos en los centelleos de la naturaleza, que nos advierte con evidencias lo que debemos evitar, y con su mismo ejemplo nos indica la forma correcta de transitar por el mundo. O cuando grita pidiendo auxilio, porque la estamos atacando despiadadamente ni cuando la obligamos a romper sus procesos regulares.No creemos en las propias intuiciones, ni en las corazonadas porque estamos muy por encima de la realidad, o porque a fuerza de silenciarlas, ya no logramos escucharlas.Y no se diga si avanzamos por otros renglones más elevados que podemos escalar para encontrarnos en niveles más trascendentes y cuestionarnos seriamente cómo anda nuestra Fe en Dios. ¿Todavía percibimos sus señales? ¿Todavía somos capaces de escuchar esa voz que nos habla en lo más íntimo de nuestro ser? ¿Todavía logramos entender ese lenguaje que nos dice sin palabras qué es lo correcto y qué nos es nocivo?En el presente todavía estamos a tiempo. Un buen camino es redimensionar nuestros conceptos de fe y ponerlos en acción. Y no es nada más repetir una oración como si fuera una fórmula mágica, que automáticamente va a realizar lo que pedimos.Se trata de conectar: mente alma y corazón –pensamientos, actitudes y sentimientos- con Dios y acogernos a su amorosa protección.Muchas, muchísimas veces hemos escuchado hablar de la fuerza y la eficacia de la fe, y tal vez también, en carne propia la hemos constatado.Porque la fe bien entendida, abarca codos los ámbitos del ser, desde los más humanos y corporales hasta los racionales y espirituales donde la persona se conecta con Dios y de Él proviene toda gracia.Por eso en el momento presente, lo más importante es conectarnos todos conscientemente con una positiva actitud de Fe. Sabiendo que con ella se destruye el temor, se recupera la sensatez y se aviva la alegría.Y aunque estemos en ”cuarentena” si colectivamente unimos nuestra Fe y la elevamos al cielo, tenemos la certeza de que Dios que es Amor y Misericordia, nos escuchará y nos ayudará a salir con bien de esta pandemia..