En el aeropuerto vi a un señor que me pareció conocido. Aunque al principio no sabía dónde lo había visto antes, de pronto me acordé quién era: “Ese que va ahí es esposo de ‘fulanita’, una empresaria de Ciudad de México, súper deportista; tienen dos hijos chiquitos, muy simpáticos, y un perro que se llama ‘manchas’. Por estos días él se iba a una excursión, y la semana pasada estuvieron en Cuernavaca, entrenando en las bicis”…¿De dónde lo conoces y cómo sabes todo eso?, me preguntaron. Pues del internet, lo sabía por las redes sociales, porque su esposa publicaba gran parte de su vida. Toda la información que hasta hace un par de décadas habría permanecido privada o dentro de un pequeño círculo de amistades, hoy la sabían más de 100 mil seguidores de su Instagram.Seguramente usted que me lee recordará que gran parte de la interacción social en los años 80 e incluso en los 90 era a través de una llamada o una carta; si a alguien le pasaba algo, lo sabíamos porque esa misma persona nos lo contaba o porque una segunda o tercera persona nos lo decía. En ese entonces, la vida privada se mantenía en un círculo pequeño, con amigos, familia o gente conocida. Hoy podemos saber lo que hacen, comen y piensan personas que, en realidad, ni siquiera conocemos.Cualquiera es capaz de compartir (o ventilar) ante miles de personas si está triste o le descubrieron copiando en el examen; si tiene mascota y algo le cayó mal o hasta si ya terminó con su pareja. El internet y las redes sociales han modificado forzosamente la manera de socializar, pero también lo relacionado con nuestra seguridad, privacidad e imagen pública. Porque lo que se comparte en internet puede poner en riesgo no sólo a quien lo publica, también a su familia. Las redes sociales, utilizadas adecuadamente, pueden contribuir a cosas positivas, principalmente en temas sociales y la generación de redes de apoyo, incluso hay quienes buscan (y encuentran) alguna palabra de aliento o consuelo entre desconocidos. Pero hace falta tener presente que es un espacio anárquico donde (muchas veces desde el anonimato) cualquiera puede agredir, violentar, criticar y calumniar, el espacio idóneo para quienes sacan lo más negativo y oscuro del ser humano: con extorsiones, pedofilia, secuestros y robo de identidad.Falta hacer conciencia de lo que publicamos en las distintas plataformas sociales (desde Facebook, Instagram, YouTube, Twitter, Tik Tok, LinkedIn y muchas más), porque se han vuelto una vitrina de mucho de lo que pasa dentro de los hogares. Ahora personas desconocidas pueden saber dónde y cómo vives, quién es tu hijo o hija (su fisionomía), qué te molesta o tus rutinas diarias. Y esa información, en una sociedad en la que no se garantiza la seguridad ni el respeto a los derechos, es sumamente peligrosa.Comunicar ante desconocidos lo personal implica asumir los riesgos.Instagram: vania.dedios