Las escenas fundadoras de la cultura norteamericana proceden de un imaginario donde el hombre construye sus raíces comunitarias en la persecución de tres ideales: Dios, empresa y familia. Esa trinidad en su búsqueda épica, a veces, debe imponerse a través de la violencia; es una violencia con causa, una violencia fundadora y purificadora, que propicia esa “búsqueda de la felicidad”, sancionada en sus leyes básicas. Con el advenimiento del nuevo siglo, diversos narradores han recreado uno de los resultados de esta violencia, la que es alimentada por una visión religiosa extrema, sectaria y cuya historia se remonta, siempre, a la fundación de las comunidades semi rurales, que guardan sus secretos en los pasillos de las iglesias y las estructuras comunitarias. Las dos temporadas de “Sinner” son un buen ejemplo de este tipo de propuesta: En una pequeña comunidad ocurre un brutal asesinato y en los primeros momentos de la investigación no aparecen datos que permitan entender los motivos del homicidio. En la primera temporada, llamada “Cora”, una madre asesina a un joven desconocido en una playa, al final del primer interrogatorio la policía sabe que tiene al culpable, pero no entiende los motivos. Es la tenacidad de “Harry Ambrose” (Bill Pullman), un peculiar detective de Dorchester, el que se atreve a llevar la investigación hasta sus últimas consecuencias. En la segunda temporada el asesinato presenta un rostro más extremo: Lo comete un niño, a quien se supone son sus padres. Sin datos y con el niño traumatizado, “Harry” ayuda a una joven detective de la comunidad de Keller para tener una imagen más precisa de lo que ahora es un crimen cuyos motivos se originan en un culto religioso, cuyas instalaciones están en unos de los puntos remotos del municipio. “The sinner” adapta la novela policíaca de la escritora alemana Petra Hammesfahr, destaca por el espléndido trabajo de Bill Pullman, quien encarna a un detective que se dirige hacia un derrumbe personal, enfrentando por un lado los días finales de su relación matrimonial, en contraste vive una sórdida relación sadomasoquista con una otoñal prostituta. La originalidad de la serie tiene que ver con la descripción del malestar religioso anglosajón, determinado por la búsqueda de una pureza extrema y una muy concreta intolerancia que consume y degrada esa utopía que es la imagen ideal de la familia cristiana.
