El regreso a clases es hoy por hoy el reto más importante para el gobierno federal y los gobiernos estatales. De todos los daños asociados a la pandemia ninguno tan difícil de medir, pero seguramente con tanto costo asociado, como la ausencia de los niños en las escuelas. Las estrategias de educación a distancia planteadas como alternativas, la televisión pública y las clases en línea, fueron un sustituto emergente para no detener de golpe el proceso educativo, fue literalmente una política basada en “de lo perdido lo que aparezca”, no había de otra, no se podía hacer algo distinto, pero nadie tiene hoy certeza ni cuánto fue lo perdido ni cuánto aparecerá. Lo único que sabemos a ciencia cierta es que no hubo evaluaciones de fin de curso, porque no había condiciones para hacerlo; que muchos niños y adolescentes perdieron contacto con las escuelas por falta de conectividad (en estados como Tabasco o Hidalgo esto sucedió con uno de cada cuatro alumnos, según Unicef) y, de acuerdo con datos de la encuesta de Impacto por COVID-19 realizada por Inegi en marzo pasado, cinco millones (casi diez por ciento) de niños y jóvenes entre 5 y 29 años no se inscribieron al nuevo ciclo escolar.Si de algo podemos estar seguros es que la pandemia no sólo abrió más la brecha económica (hoy hay entre 8.9 y 9.8 millones de pobres más en el país de acuerdo con estudios del Coneval), sino que lo que era el principal mecanismo de igualación social, la educación, se convirtió en un nuevo factor de desigualdad. Cada maestro sabe más o menos lo que pasó en su grupo, quiénes adelantaron y quienes se quedaron rezagados, cuántos pudieron seguir las clases en línea y cuántos por limitaciones tecnológicas, familiares o personales no avanzaron en sus capacidades o de plano retrocedieron, pero nadie sabe cuál es el tamaño del rezago en el acumulado nacional.La única forma de conocer el verdadero impacto de la pandemia en la educación, cuáles han sido sus costos económicos y sus efectos sociales, es regresando a las aulas. Hoy más que nunca se requiere entender el proceso educativo desde las localidades, con las condiciones propias de cada estado y municipio: no se puede tratar igual a las grandes urbes y a las comunidades rurales. Cueste lo que cueste, va porque va, diría el presidente, la prioridad debe ser reabrir las aulas, evaluar y a partir de ello generar las políticas públicas, escuela por escuela, región por región. diego.petersen@informador.com.mx