Debo reconocer que, aparte de jalisciense, por el hecho de haber residido aquí la mayor parte de mi vida, soy lo que podríamos llamar jaliscófilo y, a lo mejor, hasta jaliscómano. Conozco la historia de esta tierra más que la mayor parte de sus habitantes, lo mismo que su territorio. No sé cuántos paisanos hay que debamos reconocer haber hollado todos y cada uno de los 125 municipios, incluyendo los más aislados y, hasta no hace mucho, haber transitado por prácticamente todos sus caminos. Incluso confieso haber trabajado con gran ahínco para defender sus geopolíticos y hasta tratar de recuperar algunos metros que le han sido arrebatos a la mala.Pues bien, de esta tierra, mi rincón preferido es la colonia Providencia de Guadalajara, en la cual, me declaro culpable de haber tenido mi residencia oficial casi medio siglo, además de haber sido una suerte de colonizador de la misma cuando, antes de que hubiera casa alguna, un grupo de vagos, solíamos acampar en las cercanías del retazo de acueducto que todavía queda de la antigua hacienda.Más aun, a.hora en mi vejez, en virtud de que insisten en que camine y camine, puedo decir que la he recorrido metro a metro y debo reconocer que me gusta y la quiero todavía más.De ahí también la gran molestia que me producen dos cosas:Una, estas moles desproporcionadas y generalmente hórridas, como la de Montevideo y Bogotá, con los graves daños que le ocasionan, además, al agua potable, al drenaje y a la circulación. La voracidad de muchos constructores acaba por justificar acciones que reprobaríamos de la 4T.Dos, la enorme cantidad de letreros en inglés a diestra y siniestra, desde negocios y negocitos, arquitectos y arquitectetes, y hasta consultorios médicos y, lo que es peor: escuelas. Con tal de atraer clientes ansiosos de que sus vástagos parezcan gringos abrazan jubilosos la propuesta que hacen algunas de que sus alumnos ¡acaben pensando en inglés!Me remonto aquí al famoso pedagogo suizo Jean Piaget, quien reconocía, como es natural, la conveniencia de que los seres humanos hablen uno o incluso más idiomas además del propio, pero la capacidad de pensar racional o matemáticamente, para que alcance los mejores niveles posibles, tiene que realizarse en el idioma materno, sea cual sea. Claro amenazó y se cumplió, que la expresión basada en razonamientos en idiomas adquiridos tendía a contraerse y a limitarse y ahí está el resultado: los jóvenes de hoy difícilmente alcanzan a proferir expresiones largas. Su pensamiento, alimentado por la irrupción del inglés en su formación matemática y lógica, se vuelve escueto y más manipulable.Por eso me pareció tan dolorosa la expresión del colega norteamericano, después de ser mi huésped durante un par de semanas: “Providencia, U.S.A.”.