Desde luego que no es una pregunta fácil de responder, pero al menos intentaremos dar algún punto de vista, que ayude a entender tan complejo asunto.Me parece que cuando estamos enamorados y decididos a casarnos con una personas que amamos, no logramos tomar conciencia de la promesa que hacemos, de ser fieles en lo prospero y en lo adverso por todos los días de nuestra vida. Lo podemos decir muy fácilmente, y nadie va a negar que no sabía a lo que se estaba comprometiendo, pero no se tiene plena conciencia de lo que implica prometer semejante fidelidad.Ser fiel, es cumplir lo que uno promete, es dar firmeza a las palabras con los actos y demostrar que lo que se ha prometido se lleva a cabo en la práctica.Pero al pasar los años, el enamoramiento tiende a disminuir, por supuesto que no en todos los casos, pero si baja de intensidad, y al mismo tiempo se topa uno con la realidad oscura de la otra persona. La que ya no nos gusta y atrae tanto. Entonces ya comienza a ser un poco más difícil mantenerse en lo dicho, y las palabras pronunciadas el día del matrimonio, ya no tienen la misma fuerza.Llega el momento en que el desinterés, la disminución en la atracción, las discusiones, los pleitos, las ofensas y sobre todo la falta de amor, hacen muy fácil que un buen día se te haga muy fácil romper tu promesa. Y hacer lo que se supone nunca debiste haber hecho. Así puede nacer una infidelidad, al no ser firme en cumplir con la palabra y quererse justificar el tener otra relación, aunque esporádica, pero al fin y al cabo no cumplir con lo prometido.Nos falta firmeza para sostener lo que prometimos el día de nuestra boda. Falta honestidad y carácter para no engañarse a sí mismo y tratar de mentir a la pareja también con la ruptura de la promesa.Le vamos restando importancia a nuestro compromiso, y egoístamente buscamos una salida a nuestras dificultades y crisis, buscando una nueva relación. Que tratamos de ocultar, con cualquier recurso. Hasta que somos descubiertos.