De alguna u otra forma lo hemos percibido. Ya no solo los 7 pecados capitales, la lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia, sino todo tipo de conductas no bien vistas incluyendo los mandamientos. Por supuesto, interpretados al gusto y antojo del respetable, son severamente castigados con el desprestigio y un atroz bullying, cuando no se llega a la agresión física o psicológica. Las sanciones se tratan de ataques directos en redes sociales, y en general en todo tipo de plataformas electrónicas y de comunicación.Quemar al sujeto pillado en vídeo en un arranque de cólera, en la movida, mostrándose molesto por el bien del otro, o insatisfecho siempre a pesar de tener mucho, no hacer nada y despreciar a los demás, es lo de hoy. Antes si se quería se acudía con el cura a la confesión y era él el encargado de señalar la penitencia. Se cumplía y tan tan. Ahora los detectadores del pecado ajeno imponen la penitencia, incluso sin comprobar su “culpabilidad”. Una penitencia de por vida. Me refiero solo a las conductas lícitas o permitidas por la ley (con las presuntamente ilícitas es mucho peor, se le “condena” a la cárcel sin juicio de por medio), pero consideradas inmorales, o lo peor para muchos de dichos sujetos que por mandato de sepa quién tienen la “autoridad moral” para llamarle amoral a cualquiera que no comulgue con sus “valores”. Así, yo me considero felizmente amoral para esas mentes -libres de cochambre interno según ellos-, que van deambulando como si caminaran flotando en una nube de pureza y dejando el aroma de la gran moralidad a sus espaldas; pero sobre todo atentos a algo en lo que se les va la vida; buscar el pecado ajeno y exhibirlo sin beneficio propio o para la sociedad. Conozco a esos tipos: además sus conjeturas valen cientos de veces más que una prueba contundente.Ahora, si uno tiene la mala suerte de ser pescado en vivo quizá haciendo el único coraje, menosprecio o tontería del año, corre el riesgo de perder su prestigio ya no digamos como persona, sino incluso como profesionista o a lo que dedique el sujeto destinado a morir en la hoguera. Además, se ha llegado a ridículos de dar miedo. Ante una conducta completamente ajena, uno resulta ser castigado de forma arbitraria. Hoy hay muchos chavos castigados. Su pecado, jugar videojuegos violentos. La “razón”: la videograbación de la matanza de hace unas semanas en Nueva Zelanda se parece a muchos juegos electrónicos de balazos. Luego, son los videojuegos los causantes de las conductas violentas y asesinatos en masa.Así es. Entre más demente sea el motivo, parece tener mayor credibilidad. Aún cuando no exista liga alguna entre los videojuegos y los asesinatos en masa, se castiga. Como si así se fuera a prevenir la mutación de un chavo en un matón. Prohibir tonterías para educar, en lugar de fomentar la responsabilidad en un ambiente de libertad y tratar de influir para el razonamiento crítico, resulta ser para dichos sujetos el mejor camino. Así vamos que volamos hacia un Estado confesional. Total, ya nos quemamos vivos a la menor provocación. ¡Viva la irracionalidad!sergio@aguirre-consultores.com.mx / @seraguirre