Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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La odiada sociedad civil

Por: Sergio Aguirre

La odiada sociedad civil

La odiada sociedad civil

En los últimos días afloró la fobia del Presidente López Obrador hacia la llamada “sociedad civil”. Desde su visión es mala. Pero para saber de qué habla AMLO, es primero necesario saber su significado. De acuerdo con la Enciclopedia de la Política de Rodrigo Borja, la locución viene desde los romanos como sociedad sujeta a las leyes con una finalidad común (societas civilis). Luego la usaron pensadores del catolicismo para contraponer a la “sociedad política” con la civitas Dei a la San Agustín. Siguieron los contractualistas para asimilarla al “estado de sociedad” en los que el Derecho se garantizaba con el pacto social y para diferenciarlo del “estado de naturaleza” de Rousseau. Después matizado por el marxismo para identificar a la sociedad civil con todo lo privado, evidentemente en su sentido peyorativo. Posteriormente pasó por las manos norteamericanas. Ahí era lo no financiado por el Gobierno y coincidiendo con Tocqueville sobre su importancia, se trata de grupos de interés y asociaciones privadas con el poder suficiente para proteger a los individuos de los excesos del Gobierno. Además para ellos de forma inherente, con la defensa del mercado y de la propiedad privada.

Para lo dicho en la enciclopedia citada, la sociedad civil es el conjunto de una serie de entidades privadas de diversa naturaleza y permitidas por las leyes del Gobierno para operar en el territorio del Estado. Son en realidad sociedades “especiales” a través de las cuales las personas actúan colectivamente para expresar sus ideas, defender sus intereses y alcanzar objetivos comunes en determinados campos de la vida pública. Pueden ser de carácter cultural, científico, religioso, político, artístico, deportivo, social, no gubernamental, etcétera. Pueden recibir o no dinero público. Pero ni juntas ni separadas tienen la representación de la sociedad. Nadie se las ha conferido.Tampoco son partidos políticos aunque los complementan. Si apoyan a un partido son parte del mismo y no sociedad civil. Se agrega a las corporaciones clásicas: partidos políticos, sindicatos, gremios, colegios de profesionistas, grupos de presión, iglesias y empresas. Sus finalidades pueden ser hasta en extremo variadas. Hay quienes quieren cambiar las cosas y quienes quieren mantener las mismas.

Aún así, en el discurso los integrantes de la sociedad civil, sociedad a secas, sociedad organizada con fines políticos pero apartidistas, o sociedad activa, como a mí me gusta llamarle, afirman su representación (además de la de sus agremiados, lo cual es válido) sobre una parte de la sociedad o incluso su totalidad. “Nosotros representamos a la ciudadanía, nosotros a los deportistas”, así dicen. Arrogarse esa representación molesta al Gobierno y con razón. Pero no se debe hacer a un lado esa labor importantísima también de complementación de lo gubernamental. Sin la sociedad activa se pueden cometer muchos errores, tener malos medidores, malos diagnósticos y peores remedios.

Ahora vemos, además, el surgimiento de nuevas organizaciones del internet y en concreto de las redes sociales. Se trata de colectivos nacidos de forma espontánea, pero con identidades afines a sus objetivos. Un ejemplo reciente es la creación del colectivo #HijasdelaMX, causando justificada preocupación en las filas del lopezobradorismo al grado de tratar de crear como respuesta, amén de lo de siempre, insultos y descalificaciones, una organización sombra. Ahí se puede confirmar. AMLO no puede no entender la valía de las organizaciones activas. Pero las detesta: pueden servir de contención a la arbitrariedad.

sergio@aguirre-consultores.com.mx / @seraguirre)

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