A veces se nos olvida que cuando hablamos de cifras estamos hablando de personas, de historias de vida, y en el caso de Instituto de Salud para el Bienestar (El Insabi de López Obrador) hablamos de vidas que rayan en la tragedia.A diferencia de las cifras alegres y hasta de chiste que se hacen cuando se habla de las propuestas para deshacerse del avión presidencial, incluido el tema botana de la semana de la rifa a razón de cachitos de 500 pesos, la forma en que se está planeando el aterrizaje del Insabi a nivel nacional se antoja durísimo.Y hablamos, según las cifras dadas a conocer por el propio director del Instituto, que las personas en nuestro país que no tienen acceso a los servicios de salud social (IMSSS o ISSSTE) son 63 millones de personas, que serían los beneficiarios del nuevo Instituto.Son un mundo de personas: 63 millones de historias de vida (esos sí son los pobres de los pobres) que ya desde este momento no la pasan bien si requieren servicios de salud.Quienes hayan tenido la oportunidad de visitar los Hospitales Civiles de Guadalajara, y platicar con los pacientes o los familiares de aquellos que están siendo atendidos (o estaban) gracias al extinto Seguro Popular, habrán reconocido en su actitud la resignada aceptación de su condición de pobres, que recurren a un servicio que quizás sea el último en la línea de los servicios de salud, y que por buena que sea la voluntad de médicos y enfermeras que están ahí en el piso tratando a enfermos y accidentados, tienen cantidad de carencias al grado de que en ocasiones se solicita a los familiares que paguen el costo de insumos (por ejemplo un catéter) y ante la carencia de recursos ven cómo pasa el tiempo sin que su paciente avance, y en ocasiones les cueste la vida.Es cierto que venimos de la infame corrupción y derroche de los gobiernos peñistas y anteriores y el Seguro Popular sirvió para que se despacharan cantidad de funcionarios, pero esta revancha de buscar desaparecer todo lo que huela a Seguro Popular, y proponer un esquema totalmente nuevo, está dejando en el limbo a esas millones de personas que no tienen de otra que buscar los servicios públicos gratuitos.Promete el presidente que para diciembre ya estará operando el Insabi, pero además de que serán 11 meses larguísimos en que habrá que explicar las carencias a los enfermos y a sus familiares, todo parece indicar que los parámetros de medición que se ha fijado el gobierno están en la CDMX, en la capital, donde sí hay instalaciones y donde sí estarán muy atentos.Los estados que no se encuentran en la lista de favoritos del presidente, como Jalisco por ejemplo, vivirán tiempos muy complicados, y quienes los vivirán en carne propia son esos millones de pobres, esas historias, que en su resignada aceptación de la condición de pobreza no reclaman, no protestan, no cierran carreteras o avenidas, y por lo tanto son voces que no se escuchan.