Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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Extremos

Por: Laura Castro Golarte

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El #MeToo es un movimiento que ha cundido en el mundo (más de 85 países); surgió a raíz de las acusaciones de abuso sexual contra el productor cinematográfico Harvey Weinstein en Estados Unidos y se ha extendido a otros ámbitos dependiendo de las dinámicas del movimiento en cada ciudad, estado o nación (academia y política sobre todo).

México no ha quedado al margen y en esta semana, a raíz del suicidio de Armando Vega-Gil, músico integrante del grupo Botellita de Jerez, por una acusación anónima de supuesto abuso sexual contra una menor, se desató la polémica y la discusión en torno a un asunto tan delicado y complejo que es difícil abordarlo buscando una justa medida, un equilibrio en los juicios e intentar la mejor solución posible a una iniciativa que si tiene el propósito de combatir abuso, acoso, agresiones sexuales y, en general, la misoginia, vale la pena que siga adelante; es necesario que continúe como herramienta de “denuncia y verdad” como lo describió la periodista Blanche Petrich.

Sin embargo (con todo y que quizá es muy pronto para avizorar un escenario de corto plazo respecto al futuro del movimiento), por las opiniones vertidas por afectados y defensores, por activistas y promotores, siento que estamos frente a un diálogo de sordos en el que todos creen tener la razón y pelean por eso sin el más leve signo o noticia de un posible acuerdo, de una iniciativa para sentarse a la mesa y discutir la herramienta para mejorarla y no para desaparecerla.

Por una denuncia anónima alguien se quitó la vida, con la certeza, según su carta, de que no tenía futuro y que si intentaba una defensa sería contraproducente, como un pantano de arenas movedizas.

¿Por qué se tiene que llegar a estos extremos? ¿No seremos capaces como sociedad de encontrar los caminos del diálogo y la discusión inteligente sin juicios ni linchamientos mediáticos? La realidad de abusos sexuales y conductas misóginas es un hecho, la urgencia de combatirla con todas las herramientas posibles también; en contraposición, por la vía del anonimato se corren riesgos graves, como ya hemos visto, extremosos, de injusticias y falsas acusaciones motivadas por “venganzas y resentimientos” según apuntó esta semana otra mujer, Marta Lamas, feminista, antropóloga y autora del libro Acoso ¿denuncia legítima o victimización?

La polarización va en aumento y el uso y mal uso de las redes sociales contribuye a ello. Hay expresiones verdaderamente violentas y desafortunadas que no contribuyen en nada en la búsqueda de salidas constructivas y positivas para todos. #MeToo es una herramienta que llegó a ese nivel precisamente por su efectividad. Hoy, por el mal uso y los extremos, está en veremos su permanencia. Si no se rectifica y se ajusta, dejará de ser una herramienta confiable y útil para propósito tan trascendente.

La estridencia no deja escuchar y en este caso es global. Se tendría que discutir, sin que fuera diálogo de sordos, si las denuncias pueden ser anónimas o no; y si sí, definir algo así como reglas de operación para garantizar que no se criminalice a inocentes y también, que las denuncias honestas y reales, tengan repercusiones e incidan en una modificación de la cultura machista y misógina. Se tendría que valorar si será necesario revisar muy bien antes de hacer público un nombre, que efectivamente tal persona incurrió en los abusos que se le atribuyen.

Tanto Blanche Petrich como Marta Lamas han hecho públicas sus consideraciones sobre el tema, aun a sabiendas de que corrían el riesgo de ser ellas también objeto de linchamiento público; por fortuna no ha sido así y creo que son voces dignas de tomar en cuenta porque apelan justo a no transitar en los extremos; a lograr que #MeToo funcione, sirva y conduzca a que logremos una mejor convivencia social hombres y mujeres. No lo dijo exactamente de esa manera, pero la conclusión de Petrich, como lo he remarcado varias veces en este espacio desde hace tiempo, es que nos necesitamos juntos. La periodista cerró su texto así: “Me siento a la orilla del camino esperando que pase otro movimiento feminista; que sea limpio, crítico y autocrítico, inteligente, no revanchista. Que recoja todos los gritos de quienes queremos que todas las mujeres tengan una vida libre del abuso, la violencia, las ofensas, los agravios y cadenas del machismo, el patriarcado y la misoginia; una vida llena de amigos, novios, compañeros y amantes para vivir la vida. Y en ese desfile quiero ver también a muchos hombres, a mis amigos, mis compañeros, luchando junto con nosotras. Estoy segura que de otra manera no se va a poder”. Coincido.

(lauracastro05@gmail.com)

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