Martes, 08 de Octubre 2024

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“Es el clasismo, estúpido”

Por: Jonathan Lomelí

“Es el clasismo, estúpido”

“Es el clasismo, estúpido”

Juan Pablo Sánchez Gálvez es irrelevante en ese videoescándalo. Que sea hijo de Xóchitl Gálvez importa poco y sólo sirve para la arena política. Lo que importa es que ese joven de 27 años encarna una forma de pensar y actuar en México. Ahí está un tema de fondo. 

Si dejamos a un lado el nombre, ¿qué queda? Un varón blanco de 27 años, directivo de la empresa de sus padres, desinhibido por el alcohol, derrocha clasismo e insultos contra el cadenero de un exclusivo bar de Polanco en Ciudad de México.

La metralla de ofensas nace no de la superioridad física -podrían machacarlo ahí mismo- sino del privilegio de clase: “Pinches gatos”, “se dejan vender por unos tacos”.  

El cadenero, un hombre robusto y moreno, seguramente con un salario mínimo y jornal nocturno de más de ocho horas, resiste impávido. Mantiene una calma casi servicial y tolera varios empujones que para cualquiera serían un límite infranqueable. 

Tanto el oficialismo como la oposición han abordado el asunto como un tema de guerra sucia en campañas cuando hay una raíz más profunda. 

El video ha servido a los morenistas como prueba del clasismo y el sistema de privilegios en México -que lo es- para así argumentar por qué ellos son la mejor opción -aunque no han demostrado serlo.     

Por su parte, la oposición y los xochitlovers ensalzan la disculpa pública del joven como un acto que deberíamos aplaudir. Lo condenable, hasta sugirieron, es que no festejemos la madurez del muchacho. 

Por otra parte, la indulgencia mediática sorprende. Los micrófonos nacionales han defendido el “derecho al error” del joven y han acusado un linchamiento digital. Las voces críticas contra lords y ladies se tornaron en este caso comprensivas.

Comparar las acusaciones de corrupción de los hijos de AMLO con el clasismo del hijo de Xóchitl sólo convierte en una “competencia” de la corrupción VS el clasismo. Y los mete en un juego político cuya balanza se inclina según las preferencias de cada quien. 

Somos un país clasista y racista. Según el Inegi, en México tres de cada 10 personas creen que los pobres se esfuerzan poco por salir de la pobreza y el 21% de quienes se autoadscribieron con un tono de piel más oscuro declararon que fueron discriminados.

El video del hijo de Xóchitl no es una razón para dejar de votar por su madre sino la razón por la cual millones votarán por Morena, que capitalizó el discurso anticlasista en una sociedad profundamente desigual en donde pululan lords y ladys que ni siquiera son mayoría. 

El eslogan informal de la campaña que Bill Clinton utilizó contra Bush padre en 1992 decía: “Es la economía, estúpido”. Desde entonces la frase se usa para aludir a lo que realmente importa en una discusión. En el caso gringo, lo que importaba era cuidar el ingreso de los estadounidenses en vez de emprender una nueva guerra. 

Por eso el título de esta columna: “Es el clasismo, estúpido”. 

jonathan.lomeli@informador.com.mx

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