Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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Equilibrio

Por: Laura Castro Golarte

Equilibrio

Equilibrio

Esta semana fue particularmente violenta en nuestro país. Lo peor es que no sólo se trata de la violencia que, por desgracia, es la característica de los criminales organizados, sino que ahora trascendió al terreno de los mexicanos de a pie en cuestiones cotidianas.

Me sorprenden y horrorizan los 19 cuerpos colgados y dejados en vías transitadas de la ciudad de Uruapan, Michoacán, y los cientos de cráneos encontrados en Veracruz; pero también el linchamiento en Puebla, los cuatro policías de Azcapotzalco que violaron a una adolescente en la Ciudad de México y los niveles de violencia que puede alcanzar una jovencita contra otra por un incidente vial (#LadyPiñata).

Urgen acciones desde la autoridad para frenar esta ola de violencia que nos alcanza en todos los sentidos: como víctimas, como victimarios y como testigos de piedra muertos de miedo. ¿Cuánto coraje, cuánta rabia acumulada? Es claro que las cosas no están bien y este ambiente, con sus efectos tangibles y dolorosos, sólo contribuye a que el de por sí deteriorado tejido social siga en franco deterioro en lugar de irse reconstituyendo.

Los lectores de este espacio saben que me resisto a traspasar las facturas de lo que sea a la sociedad. Sostengo que la clase política en México es la responsable de la realidad en la que estamos inmersos, que la pobreza y la mala educación son deliberadas. Mucho enfrentamos y padecemos en el día-día de nuestras vidas personales y por las malas decisiones de los gobernantes en turno, como para además cargar con culpas que no nos corresponden, sin embargo, abrir o no espacio a la violencia en nuestro entorno, en los hechos cotidianos, en las reacciones diversas por los incidentes de todos los días, comunes y ordinarios, sí hay mucho que podemos hacer y tenemos toda la potestad y soberanía para tomar decisiones.

Aquí sí toca empezar por uno mismo y empezar a notar en que momento nos sulfuramos y empezamos a gritar o a agredir: hijos, pareja, padres, vecinos, dependientes, clientes, transeúntes, automovilistas, autoridades…

Y no es fácil, pero sí creo que es un esfuerzo que vale la pena y es totalmente personal con efectos inmediatos en la armonía y la convivencia de este tejido maltrecho del que formamos parte. Por algo se empieza.

La violencia criminal, la de los delincuentes, es un asunto viejo, una herencia maldita que debe ser asumida y atendida cuanto antes. Entiendo, y celebro, la postura presidencial de atacar las causas, es decir, de tomar decisiones contra la falta de oportunidades, contra la frustración y la rabia social acumulada por décadas, con trabajo y educación, con accesos en lugar de escollos y trampas. Medidas medibles y específicas contra la pobreza, la mala educación, las adicciones y la corrupción. Urgen.

Sin embargo, es preciso e indispensable también trabajar de manera reactiva y cuanto antes. Muchas veces he cuestionado en este espacio eso, que las autoridades sólo reaccionan y no van a fondo en las soluciones, hoy se está haciendo, pero no puede ser nada más eso. Se requiere un equilibrio en las acciones y que la sociedad en su conjunto, particularmente la de los 10 estados de la República con niveles más altos de violencia, incluidos Jalisco y Michoacán, empiece a notar que hay cambios y los índices de criminalidad se representan a la baja como ya está sucediendo en Sinaloa y Durango, gran cosa en verdad.

La inseguridad en México es una realidad que nos lacera y lastima a todos los mexicanos desde que tenemos memoria. En los años ochenta el narcotráfico adquirió otra dimensión y desde entonces, con altibajos, la evolución de esa forma del crimen sigue en desarrollo ahora junto con otras maneras de operar que se han ido sumando como las que tienen que ver con el cobro de protección a agricultores, trata de blancas, robos a gran escala y tráficos ilegales diversos.

Este orden de cosas tiene y debe cambiar y sólo se logrará, de fondo, si se combinan, en un justo equilibrio, las acciones reactivas para combatir el día a día en materia de violencia criminal y las medidas de largo plazo para lograr cambios de fondo que conduzcan a una realidad que los mexicanos no conocemos: una de paz y armonía generalizadas; de garantías de que nuestro trabajo rendirá sus frutos y podremos disfrutarlos, de que hay justicia y oportunidades; de respeto a los derechos humanos, de respeto en general, de confianza y transparencia,  sin abusos de poder, ni negligencia, ni omisiones. Es posible.

(lauracastro05@gmail.com)

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