Este 27 de agosto de 2018, en el despacho Oval de la Casa Blanca y con el canciller Luis Videgaray por un lado, el presidente Donald Trump anunció un acuerdo comercial entre Estados Unidos y México, después de muchos meses de renegociación. Todavía no es el Tratado de Libre Comercio del último cuarto de siglo, pero aparentemente Canadá puede sumarse en los próximos días.El resultado de la negociación es histórico, definitivamente, sobre todo porque el presidente estadounidense es un reconocido racista y ataca a nuestro país cada vez que lo considera útil para sus intereses.Se mantiene así, a reserva de conocer los puntos finos que se revelarán paulatinamente, el acuerdo comercial que le permite a nuestro país un nivel de exportaciones que las cifras conservadoras establecen en 400 mil millones de dólares al año. Personajes como el presidente del Consejo Mexicano de Comercio Exterior (COMCE), Miguel Ángel Landeros, consideran que la noticia es positiva en esencia, aunque se admite que algunos sectores enfrentan condiciones adversas. Entre éstos está nada menos que el automotriz, una de las locomotoras de la economía nacional en los últimos años.Los aspectos económicos y técnicos no son de interés para este espacio. Ya los especialistas se encargarán de analizar desde la perspectiva macroeconómica cuáles son los impactos positivos. Quizá el primer signo es el avance instantáneo que registró el peso mexicano en la paridad con el dólar: 10 centavos de ganancia.El punto es: ¿Se puede aprovechar el acuerdo comercial con Estados Unidos para reducir en México la injusticia social y a la vez, avanzar en el crecimiento de la industria sin devorar y entregar a feroces intereses económicos los recursos naturales del país? Pregunta difícil.Los sectores beneficiados por el TLC aplauden el acuerdo. Como “tragedia”, describieron la posibilidad de que el tratado desapareciera en medio de los berrinches del presidente norteamericano. Sin embargo, en más de dos décadas el incremento exponencial en las exportaciones se ha combinado con una entrega literal de los recursos del país a los intereses del capital, al tiempo que el empobrecimiento aumentó, en detrimento de la clase media mexicana y sin que la riqueza derramada haya impactado en educación, salud y trabajo. No hay un mejor nivel de vida en México a pesar de que forma parte del mayor mercado mundial.Otra vez, la voz de Miguel Ángel Landeros es orientadora: debe generarse una auténtica política industrial que concrete la reforma financiera que nunca se dio, en la que sencillamente se obligue a la banca privada a dar créditos más baratos a los emprendedores mexicanos que no prosperan porque simplemente no tienen dinero.Esa misma política debe generar un círculo virtuoso que permita a jóvenes y trabajadores acceso al conocimiento y la capacitación. Sin esa condición, no pueden competir en el gran mercado; se convierten en mano de obra barata. Y además, debe construirse más infraestructura: carretera, aérea, portuaria, estratégica.Y por último, debe garantizarse el cumplimiento de la ley. Sólo así pueden establecerse límites a la explotación irracional de los recursos. ¿Está listo el próximo Gobierno de Andrés Manuel López Obrador? Le toca el paquete.