Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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¿En dónde está Dios?

Por: María Belén Sánchez

¿En dónde está Dios?

¿En dónde está Dios?

Han pasado los días y se han vuelto meses y en los momentos más angustiantes, alzamos la vista al cielo y nos preguntamos ¿Dónde está Dios que no acude en nuestro auxilio? ¿por qué nos deja solos en estas situaciones tan difíciles y a menudo dolorosas?

Yo creo que Él nos dice a voces: Estoy aquí, muy cerca de ti… Muchas veces escuchamos en todos los tonos que es necesario tener fe.

Pero luego vamos poniendo nuestra fe, en una oración que decimos a veces distraída o mecánicamente sin darle espacio o posibilidad de que arraigue en el corazón.

Ponemos nuestra fe en una medalla o en cualquier otro amuleto, y creemos que eso es fe y que con eso vamos a estar protegidos de todo mal y peligro.

No, la medalla, el rosario, la imagen que tenemos a la cabecera de la cama o en un lugar especial de la casa, son tan sólo recordatorios que nos ayudan a tener presente a ese Dios que es nuestro Padre, que lo invade todo y que ha sido inspiración, apoyo y guía en toco momento para quienes lo han seguido y amado con todo el corazón y han puesto la vida en sus manos. Así la Virgen María y los santos son testimonios der “que es posible”.

La fe, ciertamente se fundamenta en Dios; y como muchas veces lo hemos repetido: Dios es y está todo

en todo, no lo vemos, no podemos comprenderlo pero lo sentimos y sabemos que Él es principalmente Vida y sobre todo es Amor, y en esto viene implícita la salvación, o sea nos salva y libera del tedio, del sin sentido, de la incomprensión, del sufrimiento…

El amor que Dios ha infundido en el corazón de cada ser humano se refleja en cada momento y en cada situación de nuestra vida. Por lo tanto, toda la vida debiera estar impregnada de amor.

Por ejemplo, si cada acción, cada palabra, cada actitud son frutos de este amor que vive en el corazón, entonces empezará a germinar la felicidad.

Eso es exactamente lo que Jesús nos explica en el Evangelio y más aún: cuando haces algo en favor de otro con amor, Dios lo recibe primero como si fuera hecho a él.

Aunque esto tiene su reverso: porque también cuando hacemos algo malo, cuando ofendemos, herimos o maltratamos a otros, también Dios lo recibe como ofensa propia.

Por eso, cada cosa que hacemos hay que hacerla con gusto, lo mejor posible, por amor y con amor. Y si lo vas a hacer de mala gana, o refunfuñando, con reproches… mejor no lo hagas.

Y si tienes que hacer algo por obligación, por compromiso, por trabajo o porque no te queda opción, mejor hay que hacerlo por amor y con amor.

Este es el secreto de una vida feliz.

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