Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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Presidencialismo, centralismo y chilangocentrismo

Por: Diego Petersen

Presidencialismo, centralismo y chilangocentrismo

Presidencialismo, centralismo y chilangocentrismo

No puedo estar más en desacuerdo con las formas de gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro. No puedo estar más de acuerdo con el fondo de su preocupación y reclamo frente al nuevo centralismo que se está gestando en este país.

La descentralización de las secretarías que planteó el presidente al inicio de su gobierno fue una gran falacia (y también una mala idea) de la que ya nadie habla. Si algo ha distinguido a la presidencia de López Obrador ha sido la recentralización de las tareas del Estado. No solo se instauró un nuevo presidencialismo, una forma de gobernar donde todo gira en torno a la figura y la voz del presidente de la República, sino que el presupuesto, las decisiones y las tareas fundamentales del Estado mexicano regresaron a la capital del país. Salud y seguridad son las más evidentes e importantes, más no las únicas: el proyecto cultural en Los Pinos es el mejor ejemplo de la recentralización de recursos. El esquema de representación del Gobierno Federal en los estados que anuló las delegaciones por secretaría para centralizar todo en una sola persona, seleccionada directamente desde la presidencia, fue un caos en términos administrativos, y un gran éxito para la concentración del poder y las decisiones.

Con Claudia Sheinbaum esto no tiene visos de cambiar, todo lo contrario, tiende a empeorar. Al presidencialismo y centralismo propios de la llamada Cuarta Transformación hay que agregar el chilangocentrismo del nuevo gabinete. Aunque hay cuatro o cinco nacidas fuera de la ciudad de México, el de Claudia es un gobierno que se nutre sólo de dos fuentes: los sucesivos gobiernos de la Ciudad de México y de la UNAM. Es natural y perfectamente explicable, podrá argumentarse, pues esos han sido los ambientes en que se desarrolló política y académicamente la próxima presidenta. Pero ese es justamente el problema. Lo que muestra el gabinete es una poca o nula voluntad de ver más allá de la Ciudad de México, de construir un equipo con visiones distintas que representen a todo el país. 

Pensar el país desde la capital y solo desde la capital genera una enorme distorsión porque se confunde la parte con el todo. Es la misma distorsión de quienes llaman “nacionales” a los medios de comunicación de la ciudad de México, los que piensan que fuera de la capital no se genera cultura, los que creen que desde una oficina en Perisur se pueden resolver los problemas de agua del país.

El gran reto de gobernabilidad para Claudia Sheinbaum no será la Ciudad de México, sino allende Cuautitlán, en los estados, allá donde los gobernadores de Morena tenderán a convertirse en pequeños o grandes caciques emuladores de Gonzalo N. Santos, allá donde el crimen organizado controla el territorio, allá donde no llegan las medicinas.

Presidencialismo, centralismo y chilangocentrismo son una mala triada para el desarrollo del país, una mala noticia incluso para quienes viven en la capital.

diego.petersen@informador.com.mx

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