Una de las grandes habilidades de Andrés Manuel López Obrador como político es que genera una comunicación que determina la agenda nacional.Lo que hace, dice, o incluso lo que no hace o no dice, se convierten en los temas de conversación dominantes en la vida pública del país.Para un político, eso es una gran virtud, ya que llena el espacio y no da oportunidad para que otros actores tengan presencia en la conversación pública.Si los planteamientos del presidente fueran constructivos y productivos, para el país sería una gran ventaja el que el Primer Mandatario tuviera esa habilidad.Sin embargo, si la agenda del Presidente es una que polariza, que genera incertidumbre, que atemoriza, entonces el efecto en la vida social, política y económica es más bien disolvente.Por esa razón es que si queremos un ambiente público más saludable y constructivo, necesitamos tener una agenda que no sea determinada por el Presidente de la República sino por otros actores de la vida pública y no necesariamente otros políticos.Para los opositores, eso a veces es inaceptable porque también han encontrado en la crítica a AMLO su razón de existir, sin reparar en que eso le da aún más fuerza en la mayor parte de los casos.AMLO sabe que el hecho de que su actuar y decir diario suscite críticas es algo que finalmente le conviene.Si no existieran esos cuestionamientos sería más difícil para él construir la narrativa de buenos y malos, conservadores y liberales, que tantos réditos le ha dejado.Sin embargo, en específico para el sector empresarial, aunque en realidad para la sociedad entera, es muy importante empezar a ver las realidades objetivas y dejar en segundo término el discurso, así sea del Presidente.Decía en privado, y a veces incluso en público, el entonces Jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, que recomendaba a los empresarios no atender las conferencias mañaneras.Decía que era mejor le pusieran atención a los hechos. Y ese consejo sigue siendo válido.El impresionante despegue de la economía norteamericana en este año, por ejemplo, es algo que ya está generando innumerables oportunidades de negocio para los empresarios mexicanos.Pero, eso no se va a poder apreciar hasta el momento en el que ya no se ponga el acento en lo que dice el Presidente sino en lo que representa este impulso inédito que viene de nuestro vecino del norte.No se trata de cerrar los ojos a las amenazas reales que tenga la inversión productiva, producto de las políticas públicas, pero sí de privilegiar las opciones que está dando esta recuperación.No podemos perder de vista que el crecimiento de los Estados Unidos será el más alto en toda una generación y que los estímulos fiscales y financieros son sólo equiparables al Plan Marshall de los años 40s en el siglo pasado.De ese tamaño es la oportunidad.Si usted quiere que las visiones más destructivas de AMLO no prosperen, el mejor camino es ignorar su discurso y tomar decisiones sobre la base de los hechos.