El Presidente Andrés Manuel López Obrador es un gran comunicador. ¿Quién puede negarlo? El creador de la 4T sabe qué decir ante numerosas situaciones, y si bien sus recursos retóricos no son originales, es un excelente copista de fórmulas probadas. El caso más reciente es su propuesta de un decálogo “para salir del coronavirus y enfrentar la nueva realidad”. ¿Es necesario citar cuán profundamente cala en el pensamiento colectivo el concepto de los 10 mandamientos que nos heredó el pensamiento religioso por las gestas de Moisés, líder del pueblo elegido?Claro, hay diferencias dignas de considerar.Moisés dio a los judíos 10 mandatos que les garantizaban no caer en la ira de Dios. Y aun así fallaron reiteradamente.Ahora, el Presidente López Obrador nos otorga, fruto de su pluma (el mismo aclaró en un video que hizo circular en sus redes que el texto es de su autoría) el decálogo de recomendaciones, porque no son obligatorias, para salir de este problemón que es la pandemia del coronavirus, con sus cifras crecientes de contagiados y fallecidos, además de la crisis económica que, aseguran los analistas, será la más pesada que hayamos cargado desde que el país salía de la Revolución del siglo pasado.En el decálogo presidencial figuran: mantenerse informados, actuar con optimismo, dar la espalda al egoísmo y ser solidarios; alejarse del consumismo, prevenir las enfermedades, defender el derecho a gozar del cielo, el Sol, el aire puro, la flora y la fauna (lo que queda, añado).Además, aparecen otras recomendaciones: alimentarse bien, hacer ejercicio, eliminar el racismo, clasismo, sexismo y cualquier acto de discriminación, y finalmente, buscar un camino de espiritualidad.En una sola noche, aparentemente, el Presidente López Obrador sintetizó lo que Deepak Chopra, Agustín de Hipona o Sócrates, no pudieron en años de práctica reflexiva. En el mismo afán optimista, agregaría que quien asuma este decálogo transformador con acuciosidad terminará muy cerca del Dalai Lama.Regresando al comparativo con las tablas que Moisés entregó a sus gobernados cuando bajó del Sinaí, la historia nos demuestra que por más simples que sean las reglas, estamos empeñados en romperlas.Dicho de otro modo: ¿qué tan efectivo será el decálogo para detener, efectivamente, el coronavirus? ¿Servirá también para aminorar el impacto de la crisis económica, porque sólo en tres meses, el Instituto Mexicano del Seguro Social reconoce que se perdieron un millón de empleos formales?Apenas anoche, el epidemiólogo José Luis Alomía, colaborador del Dr. Hugo López Gatell, informó en cadena nacional que registramos 17 mil 580 fallecimientos y 150 mil 264 casos de contagios probados del Covid-19. A estas alturas ya no se discute si esas cifras habría que multiplicarlas por ocho o por 20, como se mencionaba semanas atrás, para acercarse a un panorama real de cuántos mexicanos padecen o mueren por este virus.No discutamos si los fallecidos fallaron en la prevención, la alimentación, la solidaridad o el optimismo. Cuestionemos, más bien, si el decálogo será útil para resolver la molestia de los médicos mexicanos por la contratación de casi mil médicos cubanos que ganan más pero trabajan menos y saben muy poco cómo atender la emergencia. O si servirá para abastecer de insumos los hospitales, entre otros muchos problemas que provoca la pandemia.Cierto: el Presidente es un gran comunicador. Pero eso tiene límites. ¿Qué tal ha resultado su gestión ante la crisis sanitaria? ¿Basta con rechazar el miedo?