Ayer quise cantar una canción, pero de pronto con tantas y tantas cosas que vemos y escuchamos, ya no supe si debía redundar, ignorar o hacer contrapeso…Por lo tanto decidí mirar otro ángulo de la vida que definitivamente nos envuelve y el tiempo que inevitablemente avanza y no se detiene y a todos nos arrastra en su devenir.Por lo tanto lo único que hoy quiero proponer como reflexión es aquello que escuchábamos el domingo anterior en el Evangelio. Allí se nos muestra cómo al igual que Jesús, cada uno puede ser luz e iluminar, siempre y cuando, de lo más auténtico de su ser, renga algo para irradiar.Y aquí no se trata ya de cuestiones de género, sino que todo ser humano está hecho por el mismo Dios y configurado a su imagen y semejanza.Si los valores que proyectamos son los que en el propio ser vamos cultivando día a día, eso será lo que nos defina ante los demás, ante el mundo y en definitiva también ante Dios.Todo estamos llamados a ser lo máximo y a dar de nosotros mismos lo mejor: en palabras, en acciones, en actitudes y en todo nuestro ser y hacer.Y aquí ya no se trata de razas, clases, status, categorías o niveles sociales.Todos y cada uno, como seres humanos, estamos llamados por Dios y tenemos el compromiso de proyectar lo mejor de lo que somos a través de aquello que se nos ha dado como bagaje conceptual y cultural, no por lo que aprendemos de voces o influencias que nos invitan a la imitación.Ciertamente es oportuno y lógico recordar que todos y cada uno somos seres humanos y que hay en cada uno aspectos que elevan y engrandecen y aspectos que deterioran la imagen y lanzan en reversa, y que a la hora del momento definitivo en vez de enorgullecernos nos darían vergüenza.Es por tanto muy acertado tener presente, que los valores engrandecen a la persona, sea hombre o mujer, que los defectos o los impulsos negativos, deterioran la imagen de cualquiera.Así pues, en esta reflexión es bueno considerar detenidamente hacia dónde estamos caminando y qué huella dejaremos después de nuestro paso por la vida, y simplemente cómo podrá recordarnos la historia.Y no estará por demás mencionar que Dios sólo mira el corazón de cada uno y para Él lo que más vale es la calidad de amor que allí hemos cultivado.A la hora definitiva cuando tangamos que presentarnos ante Él lo único que llevaremos y lo que será salvoconducto para entrar al cielo, será el amor que llevemos en nuestro haber, porque todo lo demás se quedará definitivamente en este mundo en donde tuvimos el privilegio de estar de paso un breve tiempo.