En las últimas décadas el rol de las Primeras Damas comenzó a ser cuestionado; incluso, durante las campañas electorales, las propias parejas de candidatos comienzan a mostrar de manera pública su desagrado por el título y algunas hablan de “desaparecerlo”, ganándose así simpatías del electorado y, por supuesto, sumando votos para el susodicho.Las críticas comienzan por el puro sobrenombre, porque hay quienes lo consideran peyorativo. Y es que deducen que hablar de Primeras Damas supondría, entonces, que entre las damas o mujeres hay jerarquías o niveles (de primera, de segunda, etcétera). Aunque no hay certeza del origen, se dice que el título posiblemente surgió en las reuniones de damas durante el virreinato, donde se habría utilizado para distinguir a la anfitriona: a la esposa del virrey; de ahí que hubiera una “Primera Dama”.Pero no nos quedemos en las formas, vamos más allá, al fondo: el título de Primera Dama suele ir acompañado de un cargo público que -aunque existe y se ejerce- en muy pocos países está regulado, pese a que incluye el trabajo de dependencias u organismos de Gobierno. Su rol está históricamente relacionado con actividades sociales y de caridad, que son asignadas a las parejas de gobernantes, independientemente de su perfil, profesión o propios intereses. De ahí que algunas de las críticas son porque el cargo se asigna con base en una relación familiar: ser la esposa o pareja de un mandatario, o también una hija, madre o hermana, según el contexto. No es que hayan votado por ellas.Los severos enjuiciamientos y prejuicios contra el rol de Primera Dama poco a poco han ido haciendo eco. En Chile, a ocho meses de haber asumido el cargo, la feminista Irina Karamanos, pareja del presidente chileno Gabriel Boric, anunció su salida y dio inicio al proceso para desaparecer ese rol del directorio. En ese país, la Primera Dama dirige la Coordinadora Sociocultural de la Presidencia, un organismo a cargo de seis fundaciones, que serán traspasadas a los ministerios (el símil a las Secretarías en México).Karamanos es una antropóloga, educadora y políglota, que en la campaña del mandatario chileno calificó el término Primera Dama como conservador y clasista, y dijo que el feminismo no estaba en esos lugares. Sin embargo, cuando su pareja ganó las elecciones, finalmente aceptó el cargo, asegurando que era para transformarlo o “reformularlo”. Pero en el país donde surgió el grupo Las Tesis, autoras del himno internacional feminista “el violador eres tú”, su decisión de asumir ese rol fue severamente cuestionada. Y finalmente sucumbió. Al margen del cargo, las parejas de mandatarios son figuras que, al final del día, terminarán siendo foco de atención, quieran o no (y eso incluye a los “Primeros Caballeros”, que en otro espacio hablaremos de ello). Y que más allá de prejuicios sociales y estereotipos, su participación puede ir desde aquellas que sólo tengan presencia en eventos protocolarios hasta quienes deciden involucrarse para visibilizar temas, comprometiéndose en la gestión de recursos y apoyos sociales, invirtiendo su tiempo y esfuerzos abrazando alguna causa; trabajo que suele ser honorífico, sin un salario.¿Será que falta replantear el debate sin quedarnos en el mero título, como un espacio con reglas claras de su misión y alcances, con la decisión de cada pareja de aceptar o no ese rol? Finalmente se trata de un espacio desde donde decenas de mujeres han hecho un trabajo muy valioso, con importantes contribuciones sociales y en proyectos que empujan políticas públicas que seguramente les han cambiado la vida a miles de familias. Regular el rol de las Primeras Damas podría ser una opción.