Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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* ¿Sanción tibia?

Por: Jaime García Elías

* ¿Sanción tibia?

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Si el Reglamento de Sanciones de la Federación Mexicana de Futbol establece (Artículo 2 del Apéndice III) que “El que cometa una infracción por racismo o discriminación será suspendido por un mínimo de cinco partidos…”, y a Miguel Herrera se le impuso un castigo de tres partidos, tres, por las expresiones, calificadas como “homofóbicas”, con que aludió a los árbitros -y no queda claro si también, de refilón, a los reporteros que intentaban entrevistarlo tras la derrota del América ante el Cruz Azul, el sábado-, se cuestiona si la Comisión Disciplinaria pecó se blandengue o se quedó corta al imponer, por ese motivo, una suspensión de tres partidos -no cinco, como señala el Reglamento- al entrenador americanista.

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Ser juez (por definición, “persona encargada de hacer que se respeten las reglas en competencias, concursos y certámenes”) es uno de los oficios más difíciles que hay en este mundo; pregúntenselo, si no, a los árbitros. Interpretar la intención del legislador, por una parte, y ponderar los agravantes o atenuantes que pueda tener una conducta punible (es decir, susceptible de castigo), por la otra, no es cuestión de “enchílame otra”.

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En el caso concreto, Herrera se refería a los árbitros al dedicarles el epíteto -ciertamente despectivo, aunque no necesariamente homofóbico- que reprodujeron los medios y por el que fue sancionado… pero no se los dijo frontalmente.  (“Pregúntenselo a esos […] árbitros […])”, fue la respuesta que dio a los reporteros. Y no dijo más.

Los encargados de ponderar los hechos debieron interpretar que no se trataba precisamente de un insulto, que ordinariamente se profiere cara a cara, sino de un desahogo, lo cual implica una diferencia de matiz.

Ninguno de los árbitros aludidos podría sostener que Miguel los insultó, aunque con su declaración los haya ofendido. Si los hubiera insultado, aun al final del partido, y ya en los túneles de los vestidores, casi seguramente el hecho se habría asentado en la cédula arbitral, y penalizado con mayor rigor; muy probablemente, con la sanción (suspensión por cinco partidos, como mínimo) establecida en el Reglamento.

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Como quiera, peor hubiera sido si el incidente hubiera quedado totalmente impune. Y algún beneficio dejará el castigo -la intención ejemplarizante de toda sanción-, al efecto de que se entienda que es bueno decir lo que se piensa… pero es mejor pensar lo que se dice.

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