¿Razones, motivos o pretextos -al menos…- para el cese de Alfonso Sosa como técnico del San Luis…?Como decía el protagonista de la prehistórica serie radiofónica de “El Monje Loco”:-¡Nadie sabe…; nadie supo…!Por supuesto, intempestiva y todo lo que se quiera, algún fundamento debió tener la decisión de los dirigentes del San Luis, de separar del cargo al técnico que condujo el equipo al ascenso y que llevaba un rendimiento aceptable en su primera campaña de retorno a la Liga MX.Como quiera, el anuncio correspondiente resultó sorpresivo, sobre todo porque en los mentideros futbolísticos aún resonaban los ecos de la victoria de los “Tuneros” como visitantes del Pachuca. De hecho, más que por la campanada de los benjamines del circuito, los expertos enfocaron el asunto por el lado de la derrota de los “Tuzos”: algunos llegaron a apuntar la posibilidad de que ese resultado pusiera en peligro la continuidad de Martín Palermo como timonel de los hidalguenses, teóricos aspirantes a la “Liguilla”.Pocos oficios hay tan inciertos, tan inestables como el de entrenador de futbol. Tómese el caso de cualquier mortal que haya optado por esa carrera, y se advertirá que casi todos la han ejercido a salto de mata. Pocos consiguen hacer huesos viejos en una institución… Se explica, por tanto, la frase que casi todos los técnicos han incorporado a su catálogo de muletillas, en el entendido de que están irremisiblemente condenados a emplearla con cierta frecuencia:-Un entrenador llega a un equipo con la cachucha puesta, el silbato en la mano… y la maleta detrás de la puerta.Hay ceses (o renuncias) de entrenadores que tienen una lógica aplastante. En los casos que ya han ocurrido en México en el actual Torneo de Apertura, los de “Chelís” Sánchez Solá (Puebla) y Enrique Meza (Veracruz), tanto el funcionamiento de sus equipos como los resultados evidenciaban el quebranto del liderazgo del técnico; en los de Javier Torrente (Morelia) y Pedro Caixinha (Cruz Azul), fue patente la pérdida de confianza de los aficionados, que siempre aspiran que sus equipos sean protagonistas y no simples “extras” en los campeonatos. Y de los dirigentes, por supuesto, cuyas exigencias se sustentan en que tienen el palo y el mando, y en que no necesitan razones para tomar decisiones… aunque muchas veces sean injustas y al fin del cuento resulten contraproducentes.