Viernes, 22 de Noviembre 2024

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* "Cosas chipocludas"

Por: Jaime García Elías

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* "Cosas chipocludas"

Temas obligados: el “Chicharito”… y el veto.

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El primero estaba cantado. A reserva de lo que disponga la cancha, a la que siempre corresponde la última palabra, el traspaso de Javier Hernández al Galaxy de Los Angeles era el mejor de todos los desenlaces imaginables para una historia en que hubo más sombras que luces.

Si su paso por el Sevilla fue intrascendente, en la transferencia que ayer se difundió profusamente, todos –en principio, al menos— salen ganando: el Sevilla al recuperar una inversión que no le reportó los beneficios apetecidos; el equipo angelino al adquirir a un jugador que será imán de taquilla, que venderá camisetas por toneladas, que en el aspecto mediático será un activo de primer nivel, y en el futbolístico cubrirá el hueco que dejó Zlatan Ibrahimovic al tomar la decisión de regresar a Europa… (a condición, por supuesto, de que los astros se alineen a su favor); y el propio “Chicharito”, finalmente, si hace efectivos los buenos deseos de los dirigentes, de los aficionados y de él mismo, porque aún está en edad –como dice la frase que acuñó para los bronces— de imaginar “cosas chipocludas”.

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Javier, por lo pronto, se suma a la lista que abrieron Pelé, Beckenbauer, Chinaglia, Carlos Alberto y Romerito, hace casi medio siglo, en la entonces North American Soccer League, y en la actual Major Soccer League acrecentaron Beckham,  Henry, Villa, Kaká, Pirlo, Drogba, Gerrard e Ibrahimovic, y, entre los mexicanos, Márquez, Blanco, Jona, Gio dos Santos y Vela, entre otros.

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También el veto al Atlas estaba cantado. De hecho, se diría que fue una decisión consciente y deliberada de sus porristas, frustrados por la incapacidad de su equipo para aprovechar su superioridad numérica y levantarse de la lona en el partido del viernes ante el Puebla.

Tras el “palo dado” –que ni Dios quita—, convendrá que los dirigentes aprieten las clavijas para sancionar a los díscolos… y que los aficionados entiendan que hay otras maneras, menos lesivas para los intereses deportivos del equipo del que se dicen simpatizantes, de externar su reprobación por las decisiones de sus dirigentes o la falta de pundonor o de futbol de sus jugadores en la cancha: no ir al estadio, ponerse máscaras, exhibir pancartas en que expongan públicamente sus ideas, manifestarse a través de los medios o en las redes sociales… o abstenerse de comprar camisetas, por ejemplo.
 

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