En lo que suena el silbato y rueda el balón para que empiece a disputarse el verdadero campeonato —que, como de sobra se sabe, se resuelve en apenas tres semanas—, hay tiempo y espacio para tres notas, tres, al calce del cerrojazo a la temporada regular del Torneo de Clausura y del desenlace del correspondiente a la Liga de Ascenso…*1.- Más allá de la frustración —a todas luces comprensible— de Jorge Dávalos porque su equipo se quedó a un paso del título y del retorno a la Primera División, se justifica plenamente el público reproche del técnico de los “Leones” al silbante Óscar Mejía… No se trata de endosarle la factura de los platos rotos ni de demeritar el triunfo de Tapachula, pero sí de etiquetar al árbitro de pusilánime. Las reiteradas actitudes antideportivas de Gaspar Servio, arquero de los Cafetaleros de Tapachula, al simular lesiones, consumir tiempo que no se repuso al final, exasperar sistemáticamente a los rivales, etc., son actitudes reprobables, que piden a gritos sanciones disciplinarias. Al amonestarlo una sola vez, por demorar deliberadamente la reanudación del partido, Mejía denotó falta de autoridad, y contribuyó a que las marrullerías prevalecieran sobre el “juego limpio” que antes de cada partido solemnemente se proclama.*2.- La posibilidad de que se frustre el ascenso como corolario de la temporada en la dizque “Liga de Ascenso”, y de que los “Lobos” sigan en Primera División si consiguen los 120 millones de pesos establecidos para ello —lo que sería un buen negocio para quien los aporte, porque el valor intrínseco de la franquicia es muy superior—, se suma a la extensa lista de las cosas malas que parecen buenas. Ni los Alebrijes de Oaxaca ni los Cafetaleros tienen estadios con el aforo calificado como “reglamentario” al principio de la campaña, aunque el reglamento se modificó y actualmente ambos cumplen con la norma que podría beneficiarlos, si cualquiera de ellos asciende… a partir de la próxima temporada.*3.- Se debate si el Guadalajara “salvó la temporada” con la conquista del título de la Concachampions. Como ese logro constituye el saldo positivo, mientras que haber sido el peor local, sin una sola victoria en casa en la competencia doméstica, va al negativo, el balance, objetivamente, favoritismos aparte, encaja en la frase que retrata su desempeño: “Candil de la calle… y oscuridad de su casa”.