Que quede claro: una cosa es que haya dudas sobre la viabilidad del INSABI (Instituto de la Salud para el Bienestar), y otra muy diferente que se le desee el fracaso… -II-Tanto los analistas que han cuestionado la posibilidad de que la capacidad instalada en las instalaciones del Sector Salud, así como los recursos financieros que se destinen al programa, sean suficientes para hacer efectivo el buen deseo del Presidente López Obrador (extender a toda la población la cobertura en materia de salud y que esos servicios sean totalmente gratuitos incluso para los más de 60 millones de mexicanos que -según cifras del Coneval: o sea, oficiales; no infundios de los imaginarios “adversarios” de nadie- viven en situación de pobreza o de pobreza extrema), como los gobernadores que han externado formalmente su intención de mantener a sus estados (Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro, Baja California, Tamaulipas y Jalisco)al margen del mismo, quisieran que la sola palabra del Presidente bastara para realizar tamaño portento… Pero lo dudan.Más allá de que en el corto plazo -los 180 días (medio año) prometidos- se afinen, difundan y apliquen las reglas de operación del flamante organismo y se confeccionen e implementen las leyes secundarias que lo hagan efectivo, hay datos preocupantes. Datos duros. Como estos: en México, según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), hay 1.7 médicos (menos de los 3.2 recomendables) por cada mil habitantes; el Presupuesto gubernamental para la salud ronda el 5%: es notoriamente inferior al 9% promedio de los países de la misma OCDE; hay diferencias adicionales, derivadas del rezago de muchas zonas y comunidades del país, y de la desproporcionada -aunque explicable, por razones obvias- concentración de especialistas en las grandes ciudades; el acceso de la población rural a la salud es similar a la de los países asiáticos o africanos más pobres…-III-Ciertamente hubiera sido pertinente depurar el Seguro Popular, así como enfrentar los rezagos y erradicar vicios y eventuales corruptelas arraigados en el IMSS y el ISSSTE. Se optó por acabar de un plumazo con el primero, para sustituirlo por un modelo ideal, en teoría, pero que para dar los resultados apetecidos -servicios médicos “como de Primer Mundo” para toda la población- necesariamente tiene que pasar del proyecto a la planificación, adecuación y ampliación de la estructura existente, promoción y aplicación de recursos presupuestales… sin lo cual todo se queda en el terreno de las buenas intenciones.