Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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- En el limbo

Por: Jaime García Elías

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Así como vivir mata, gobernar desgasta.Es natural, por tanto, que después de la “luna de miel” -pródiga en arrumacos y zalamerías- inmediata a la toma de posesión de un gobernante legítimamente electo, vengan las desavenencias, los desencuentros, las discusiones… y lo que sigue. No es lo deseable, ni lo más común, pero tampoco es remoto que una relación que nació al amparo de ilusiones y al cobijo de promesas, culmine en divorcio.

-II-

En la relación entre gobernantes y gobernados, en el caso particular de México, la regla es que la popularidad de quienes ocupan cargos de elección popular, decline gradualmente conforme pasa el tiempo. En la memoria colectiva pueden encontrarse, con relativa facilidad, muchos nombres de presidentes municipales, gobernadores y aun presidentes de la República que llegaron a sus cargos con plena legitimidad -algunos incluso por aclamación-… pero después, a consecuencia de sus acciones, se ganaron la antipatía y el repudio de los mismos ciudadanos que los eligieron. (Botón de muestra, los rótulos que luego aparecen en los medallones de algunos automóviles: “Dios mío, perdóname: voté por Fulano de Tal”).

Bien. El caso es que, después de las recientes elecciones intermedias, los ciudadanos tienen en perspectiva dos consultas. Una, programada para el próximo primero de agosto, para decidir si se procesa a “actores políticos” del pasado (a los que el índice flamígero de Palacio Nacional ya condenó en juicio sumario). La otra, prevista para marzo del año próximo, sería el ejercicio de revocación de mandato que por primera vez se realizaría en México.

-III-

En lo que hace a la consulta de agosto, parece probable que la misma, como luego sucede con los cohetes de feria, “se sebe” si el previsible abstencionismo aplasta esa ocurrencia, aberrante por donde quiera verse.

Tocante a la segunda, una cosa es que críticos y disidentes de “el supremo gobierno, que no se equivoca nunca” (según él), alimenten y difundan el buen deseo de ver al Presidente en su célebre rancho de Tabasco, viendo crecer el pasto (y pasar el Tren Maya)…, y otra muy diferente que el pueblo “bueno y sabio” participe y legitime un ejercicio incierto del que resultaría, en el mejor de los casos,  despedirlo como es fama que se despide a las criadas, y sustituirlo por un anodino e incoloro presidente interino designado por el Congreso de la Unión, asumiendo el albur de pasar los últimos dos años del actual sexenio en el limbo político.

jagelias@gmail.com

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