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Traiciona el presidente a las niñas

Inconcebiblemente, el presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a dar la espalda a las niñas. El mismo personaje que días atrás se rasgaba las vestiduras porque los menores juegan Nintendo, hoy cierra los ojos y hace oídos sordos ante el abuso que padecen niñas y adolescentes en la montaña de Guerrero y otras comunidades del país al ser forzadas a casarse, a ser intercambiadas por dinero o bienes, denigradas, esclavizadas, prostituidas y abusadas en su dignidad humana. “No es la regla”, fue la respuesta del Ejecutivo, siendo que aún cuando se tratase de una sola niña en esta circunstancia debería actuar y darse la máxima atención. Pero parece que para el presidente es peor jugar videojuegos que vender o prostituir niñas en México.

Estamos frente a una evidente negligencia del Gobierno federal que rechaza tomar acciones para combatir la trata y venta de niñas que principalmente se da en comunidades de la zona sur del país.

“Ahora que fuimos a La Montaña unas periodistas, por toda la campaña que se genera, de quienes no conocen las comunidades ni conocen de las culturas de los pueblos, la pregunta que me hacían es ‘¿qué nos dice o viene a ver lo de la venta de las niñas, lo de la prostitución de niñas?’ No, no vengo a ver eso porque eso no es la regla”, dijo el presidente.

La pregunta de los periodistas venía al caso después que trascendió lo ocurrido con Rutilio Julián Moreno, quien compró a una niña de nombre Angélica cuando tenía 11 años de edad para que se casara con su hijo en la comunidad de Joya Real en Guerrero. Luego de que su vástago se fue a trabajar a Estados Unidos, Rutilio habría abusado de Angélica quien lo denunció, y en represalia la mandó encarcelar.

De acuerdo con Organismos Públicos, más de tres mil niñas y adolescentes guerrerenses de entre 9 y 17 años parieron el año pasado, algunas de ellas dentro de estos matrimonios arreglados.

El precio que se llega a pagar en una transacción de este tipo va desde 30 mil hasta cerca de 400 mil pesos.

Las niñas quedan en absoluta vulnerabilidad. Su nueva familia las esclaviza con tareas domésticas y agrícolas y a veces los suegros abusan sexualmente de ellas.

En México, cada año más de 4 millones y medio de niñas y niños son víctimas de abuso sexual, pero la cifra es poco realista porque sólo es denunciado uno de cada 10 casos.

Nuestro país ocupa el primer lugar en el mundo en cuanto a menores víctimas de abuso sexual.

Y mientras organismos internacionales se han pronunciado sobre el tema, la titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en México, Rosario Piedra, se ocupa de reclamar las pensiones doradas de jubilados jaliscienses y guarda silencio sepulcral para defender a las niñas.

El desinterés de López Obrador por los niños se ha reflejado en la falta de quimioterapias para sus tratamientos, su negativa a vacunarlos contra COVID-19, el desabasto de medicamentos para tratar otras enfermedades, la ausencia de vacunas de la cartilla de salud, y la desaparición de guarderías, entre otros.

Solapar la venta de niñas bajo el argumento de “usos y costumbres”, es una infamia, una mezquindad y una traición, pero si es el presidente quien conoce de la comisión de dichos atropellos que constituyen una forma de esclavitud, y un atentado contra la dignidad humana, entonces irremediablemente tendremos que señalar al mandatario como cómplice del delito.

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