Sapere aude
Los pensadores ilustrados del siglo XVIII creían en la razón como vía para alcanzar el progreso moral y social de la humanidad. A decir de Immanuel Kant —de quien el pasado 22 de abril se celebraron trescientos años de su natalicio—, se es ilustrado cuando se abandona la autoculpable incapacidad para pensar sin la guía de otro y cuando se ejerce audazmente el intelecto crítico. Ilustración, por tanto, equivale a autonomía. Es independencia de la voluntad y de la razón.
El problema de Hispanoamérica, dijo Octavio Paz en una entrevista con Soler Serrano, es que no tuvimos una Edad Crítica que nos enseñara la tolerancia y las virtudes dialógicas: “En la tradición española tenemos un Calderón, tenemos un Cervantes, pero nos falta un Hume, un Locke, un Kant, un Diderot, un Voltaire. Es lo que no tenemos. Y esto es la herencia que nosotros tenemos que recobrar y reinventar”. Estas palabras nunca han sido tan vigentes, hoy que vivimos en una época con tantas pulsiones contrailustradas: irracionalismo, fundamentalismo, colectivismo, populismo, pesimismo, posverdad, polarización.
Vivir libre y autónomamente; combatir los prejuicios, los dogmas, la ignorancia y los autoritarismos: esta esperanza ilustrada, contrario a lo que pudiera parecer, continúa viva. Hilary Putnam abrazaba la promesa de una “tercera Ilustración” (la primera fue la de Platón): una Ilustración más falibilista, pluralista, pragmática y democrática, cuyo adalid es —escribe el filósofo norteamericano— John Dewey y el pragmatismo, una de las orientaciones intelectuales más ricas y vitales de nuestro tiempo.
Por decirlo con otro filósofo, José Ortega y Gasset, el “tema de nuestro tiempo” es revitalizar nuestra cultura ilustrada, crítica y liberal. Es atrevernos a pensar, a ejercer sin dogmas nuestra imaginación intelectual y apoyarnos en nosotros —en la razón—, y no en ideologías, caudillos, algoritmos o “influencers”.
Ser ilustrado pasa hoy por recobrar el espíritu científico, el rigor analítico y la curiosidad intelectual; ejercer hoy el librepensamiento implica, forzosamente, consultar fuentes bibliográficas (no sólo páginas web) y dialogar —incluso con quienes piensen diferente—. La inteligencia creativa, autónoma y dialógica sigue siendo el mejor vehículo para adaptarnos a nuestro ambiente, confrontar nuestros problemas y abrirnos paso al futuro. ¿No es esto un mejor camino que la dependencia a la tecnología y a las redes sociales digitales?
El liberalismo (la filosofía política de las Luces) no es primariamente un conjunto de instituciones públicas. Es una cultura, una forma de vida ética y social, compuesta por individuos (no por castas, clases sociales o colectividad alguna) que piensan por sí mismos y hacen suyo el lema de la Ilustración (popularizado por Kant y acuñado por Horacio en el siglo I a. C.): “Sapere aude”. “Atrevernos a pensar por cuenta propia” no es sólo un ejercicio intelectual personal sino, ante todo, un acto moral y político: un medio para combatir la tiranía de los ídolos y nuestra mejor forma de defender el proyecto de la modernidad y la civilización.