Fluidez al actuar
Uno de los temas recurrentes en mis artículos son las filosofías orientales. He planteado los grandes contrastes entre oriente y occidente y discutido algunos de sus pensadores icónicos. Hoy, cada que tengo la oportunidad, busco alguna fábula o enseñanza oriental e intento digerirla al mayor grado posible para aplicarla en mi vida. Hace unos días encontré una breve historia oriental que me impactó de una manera impresionante. Tuve que leer esta historia al menos cinco veces para comenzar a comprenderla. Decidí escribir sobre ella porque estoy cierto que contiene enseñanzas poderosas capaces de cambiar nuestro entendimiento funcional.
La historia narra la vida del cocinero Ding, un hombre sabio que tan solo con unas palabras explica su filosofía de vida. La historia comienza con una persona que se acerca a preguntarle cómo adquirió su alto nivel culinario. Ding respondió que lo que importa es el camino, que va más allá de la habilidad. Explica cómo en el momento que comenzó a cortar bueyes, lo único que alcanzaba a ver era el buey mismo. Con el paso de los años, dejó de ver al buey, comenzó a cerrar los ojos y a hacer todo de manera instintiva. Al hacer esto la comprensión se detiene y uno abre paso a su alma, la cual se mueve de manera natural. Menciona cómo un buen cocinero cambia su cuchillo una vez al año y un cocinero mediocre cambia su cuchillo una vez al mes, y cómo él ha tenido el mismo cuchillo diecinueve años y sigue prácticamente nuevo debido a este entendimiento.
El cocinero Ding entendía la importancia de actuar sin esfuerzo. El actuar de manera natural y fluir con cada acción y movimiento que tomamos es indispensable para poder experimentar una vida plena. El entendimiento puede ser la base para realizar una tarea específica, pero termina siendo el instinto el que rige la fluidez con la que se realiza.
Considero que lo mismo ocurre en cada aspecto de la vida. Pensemos en cualquier situación social, académica o laboral. Nuestra experiencia nos enseña la manera de actuar dentro de cada situación y actuamos conforme a las reglas que nos fueron establecidas. Nos sentimos presionados a hacer las cosas de una manera específica porque fuimos enseñados que si no se hace de tal manera, está mal. Dejamos de actuar de manera natural para actuar de una manera mecánica y eso es un problema. En cualquier escenario, llega el punto en el que pensar termina siendo contraproducente y nos termina limitando. En el momento que entendemos las reglas del juego, lo mejor que podemos hacer es actuar por instinto y confiar en nuestra naturaleza. Es decir, cada acción que tomemos, lejos de ser milimétricamente meditada, debe ser natural, siguiendo “el camino”.