Ideas

De viajes y libros

El viaje es posiblemente el tema literario más antiguo de Occidente, desde que Homero contó la partida de los héroes a la guerra de Troya y la larga y complicada travesía de Ulises en su regreso a Ítaca. Dante viajó por los ámbitos del más allá. Cervantes hizo deambular por la geografía española al caballero de la triste figura. Clavijero sobrevive naufragios y desdichas para sentar desde el destierro los cimientos del pasado de México. Alfonso Reyes recrea, en la meseta castellana, el Anáhuac lejano. Los libros nos cuentan toda clase de viajes: hay viajes que son recorridos reales por el espacio geográfico, pero también hay viajes interiores a las moradas del espíritu, viajes que son rituales de iniciación, viajes míticos e imaginarios, peregrinaciones, empresas de exploración y de conquista, exilios voluntarios, destierros forzados o búsqueda de la tierra prometida... El viaje está en el centro de la experiencia humana, ya sea dulce o amargo (y con frecuencia ambas cosas). Y el viaje, los viajes de distintos tipos, son el eje de buena parte de la narrativa de todos los tiempos.

El motor de esa creación literaria suele ser la nostalgia: por la patria lejana, por el país de la infancia, por los tiempos idos, por sabores y olores evocados, por lo imaginado y lo conocido, por lo deseado y lo soñado. “Nostos” es una palabra griega tan antigua como la obra de Homero y significa el regreso a casa. Marca y define los largos años que le lleva a Ulises volver a Ítaca, sus dilatadas peripecias por los mares, con lestrigones, cíclopes y sirenas.

Pero, curiosamente, “nostalgia”, que combina ese antiquísimo término con otra palabra griega que remite al dolor (físico: como en el caso de neuralgia, cefalalgia, etc.) es en primera instancia un término médico, un neologismo del siglo XVII. El psiquiatra y psicoanalista francés André Bolzinger ha indagado sobre su origen: se trata de un concepto creado en 1688 por un médico alsaciano, Johannes Hofer, quien le dedicó una tesis en la Universidad de Basilea. La nostalgia sería la formulación científica del Heimweh, el dolor por la patria de los mercenarios suizos del ejército de Luis XIV, torturados por el recuerdo de su terruño.

El término, que nació con connotaciones médicas, fue evolucionando semánticamente en distintas lenguas hacia un sentido figurado que lo designa simplemente como una emoción. La palabra ingresó en el diccionario de la Academia Francesa en 1835, todavía con la definición de enfermedad. En español, el Diccionario de la Real Academia no lo recogería sino hasta 1884, y también lo explicaba en ese sentido: “dolencia ocasionada por la pena de verse ausente de la patria, o de los deudos o amigos”. Ésta sigue siendo la segunda acepción de la RAE, pero hoy en día da prioridad al uso metafórico.

El dolor producido por la nostalgia puede ser entonces una tensión creativa que impulsa a la escritura; no es el único motor literario, pero sin duda sí es uno de los más importantes en la historia de los libros.

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