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¿El ocaso de los independientes?

Luego de un ascenso vetiginoso, las candidaturas independientes perdieron influencia electoral

GUADALAJARA, JALISCO (18/JUN/2017).- Las candidaturas independientes saltaron a la fama nacional luego de la elección intermedia de 2015. Su irrupción no fue menor: victoria en la gubernatura del Estado más rico del país; un escaño federal; mucho peso en los entornos urbanos, hasta conquistar alguna alcaldía importante como Morelia, y diputados locales. Un debut que llevó a editorialistas a decretar a los partidos políticos como pacientes en estado terminal y a elucubrar un futuro político dominado por los candidatos independientes.

Las candidaturas independientes hoy son damnificadas de su propio éxito. La irrupción agresiva en el escenario político alimentó expectativas irrealizables. En México, nos sumimos en un falso dilema: ¿partidos políticos o independientes? El relato simplón los colocó como antagonistas irreconciliables. Como en el Viejo Oeste, sólo uno podía quedar. El optimismo sobre las candidaturas independientes devino en amargura luego de un 2016 con menor éxito del esperado-aunque uno de ellos conquistó Ciudad Juárez y siete ayuntamientos más quedaron en manos de independientes- y un 2017 en donde las candidaturas no partidistas fueron testigos poco influyentes de los comicios -sin olvidar a Hilario Ramírez “Layin” con un nada despreciable 12% en la elección a gobernador de Nayarit-.

Como buenos latinos, los mexicanos solemos despreciar los matices. Entre la borrachera de algarabía por los independientes y la frustración irremediable de su ocaso, existieron muchas voces que buscaron dimensionar lo que realmente significan los independientes para el sistema político. Ni la panacea reformadora ni tampoco la marginalidad a la que muchos empujan a la nueva vía de participación. Las candidaturas independientes son una nueva modalidad de acceso al Gobierno y a la representación, que coexiste con los partidos políticos y con los nuevos bloques que caracterizan la política de nuestros tiempos. Una forma que se cierne como ruta externa a los partidos, pero que no garantiza nada más que eso.

Y las premisas sobre los candidatos independientes resultaron falsas, porque eran erradas de origen. Un independiente puede gobernar mejor porque no tiene la presión de los intereses de los partidos políticos, decían. Pues no necesariamente. Si analizamos la gestión del “Bronco” en Nuevo León, nos percataremos que no hay grandes diferencias con los resultados del PAN o del PRI en dicha Entidad. Sin embargo, el problema no es el origen de la candidatura, si es partidista o no partidista, sino la ausencia total de un proyecto de Gobierno. El “Bronco” hubiera fracasado contendiendo desde los partidos o desde la candidatura independiente.

A pesar de ello, también hay ejemplos como Pedro Kumamoto. Una muestra de la posibilidad de mezclar independencia-las decisiones las toma él y su equipo sin influencias externas -y eficacia- ha logrado tejer alianzas para que reformas como la electoral o la de participación ciudadana salgan con el acuerdo de MC y el PRI. Los independientes no tienen una esencia determinada, como los partidos políticos tampoco, no son ni buenos ni malos per se. ¿Tiene un proyecto de Gobierno? ¿Qué tanto influyen poderes fácticos en sus decisiones? ¿Son capaces de construir acuerdos y negociar? ¿Qué tan honesta es su trayectoria? Son preguntas que aplica por igual a independientes y a partidos políticos.

La política está cambiando en todo el mundo. Los viejos partidos políticos, estructuras complejísimas de masas y organigramas inacabables, están dando paso a nuevas plataformas políticas que embonan con la revolución tecnológica de nuestros días. El fenómeno Macron en Francia, Podemos en España, la candidatura del Consejo Nacional Indígena-EZLN en México, son ejemplos de la transformación que vive la representación política en todo el mundo. Si el ascenso político de la burguesía trajo consigo los partidos de cuadros y, la revolución industrial, los primeros partidos laboristas o socialistas, la irrupción de las redes sociales y la crisis de representación, también modifican la forma en que entendemos la política, las identidades populares y las elecciones.

Las candidaturas independientes están encontrando su verdadero espacio. Son fundamentales para refrescar y oxigenar la política luego de la hegemonía partidocrática en México, pero no tienen como objetivo la destrucción de los partidos políticos. Son, también, esenciales en los planos locales para articular nuevas formas de representación y llevar a las instituciones muchas de las demandas ciudadanas ignoradas históricamente por los partidos políticos. Empero, gobernantes malos o corruptos pueden venir de cualquier lado, de los partidos políticos o plataformas ciudadanas. La política se está transformando y la metamorfosis modificará el actual sistema de partidos llevándonos hacia un contexto de nuevos actores, incluyendo bloques políticos, organizaciones, partidos más flexibles sin tanta vida interna y, por supuesto, candidaturas independientes. Lejos estamos del ocaso de los independientes.

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