GUADALAJARA, JALISCO (12/MAR/2017).- Fundada en marzo de 1994, la editorial tapatía Arlequín llega a su aniversario número 23 con un catálogo extenso respaldado por la calidad literaria de cada uno de sus títulos. Más de 200 libros publicados, con novela, cuento, poesía, ensayo literario y teatro como los géneros literarios presentes con autores de Jalisco, del país y del extranjero. Para conocer el desarrollo de la editorial, parte de su historia y de sus proyectos a futuro, platicamos con Felipe Ponce, editor de Arlequín.-¿Qué tan diferente es la edición en Guadalajara ahora a como era hace 23 años?-Es radicalmente distinto, no sólo en Guadalajara: en el país y en el mundo. En aquella época aquí había un dominio de las editoriales oficiales: de la Universidad de Guadalajara, del estado y de la Secretaría de Cultura. Había muy pocas editoriales privadas… Quien quería publicar un libro sólo podía recurrir a esas instancias que podían apostar localmente por la literatura. En esos años se dio una emergencia de pequeños emprendimientos. Pocos llegan hasta nuestros días, como Mantis o Arlequín. Antes hubo un gran esfuerzo editorial: Cuarto Menguante, que fue muy relevante, todavía. Ahora palidece un poco con la posibilidad que tenemos de publicar cualquier número de ejemplares por tiraje o la cifra de publicaciones al año. En Cuarto Menguante, donde estaba Jorge Esquinca y otros poetas, hicieron un catálogo con el paso de los años, pero no era extenso. Sus ediciones eran muy bien cuidadas, autores bien seleccionados. Fue un gran esfuerzo en aquella época, aunque ahora parecería pequeño por las posibilidades.-¿Qué tan beneficioso ha sido la impresión digital para tirajes menores?-La gran revolución fue el uso de programas de computación, de diseño editorial. Poco a poco se hicieron más comunes. Los primeros libros los hicimos en programas de cómputo que no eran diseñados para hacer libros. Eso fue lo principal en un primer momento: un segundo fue la mejora y abaratamiento en las técnicas de impresión. El sistema digital ya tiene muchos años, pero hasta hace poco se popularizó más. Hubo un relevo tecnológico muy notorio. Se ve en las imprentas de las Nueve Esquinas: antes unas simples tarjetas se hacían a la manera antigua, en offset. El cambio tecnológico fue importantísimo, y beneficia porque el editor pequeño ya no tiene que hacer un tiraje grande en una primera apuesta con un título. De los mil ejemplares que se tenían que imprimir no todos se podían colocar en librerías. Ahora es posible hacer más apuestas en firme: tener tirajes cortos, comenzar, ver si hay atención, movimiento y demanda, para después reimprimir según se necesite.-Hablando de las apuestas: las editoriales independientes han sido un factor de estímulo en la literatura mexicana y latinoamericana con las nuevas voces. Pienso en Jaime Garba, que recién publicaron su primera obra hace unos meses.-Las editoriales pequeñas tienen una clarísima vocación por apostar por autores inéditos o desconocidos. También se da la publicación de autores que por alguna razón fueron olvidados. Una editorial como nosotros los puede sacar a la luz de nueva cuenta. Creo que las editoriales pequeñas por su propia condición de no estar sujetas estrictamente a cuestiones mercantiles tienen más libertad, más ahora que las inversiones pueden ser menores. Publicamos “¿Qué tanto es morir?” de Jaime Garba, su primera obra. Nos entusiasmó la temática: a veces los autores rehuyen hablar de su entorno. De pronto me molesta un poco que los autores sitúen obras en un ámbito totalmente distinto al que conocen: esas obras se ven afectadas, el resultado no es verosímil. En el caso de Jaime su temática es muy cercana a su entorno, una problemática social que se dio en Zamora. Lo narra con cierta crudeza, nos pareció muy atractiva su propuesta. Ha tenido comentarios buenos de lectores.-En el rescate hay libros que han lanzado como “Kyra Kyralina” de Panait Istrati, o el libro menos publicado de Joyce, “Finnegans Wake”.-Tenemos interés en ese tipo de obras, también al autor ruso Arkadi Avérchenko. Quisiéramos publicar más de Panait Istrati. Queremos hacerlo también con una autora local, injustamente olvidada o relegada a un reconocimiento sólo municipal. Es una digna labor del municipio de Zapotlán haber reeditado con cierta frecuencia la obra de Refugio Barragán de Toscano. Nosotros queremos hacer una reedición de La hija del bandido, una obra que se publicó por entregas a finales del siglo XIX en Guadalajara. Desde el comienzo tuvo un éxito muy notable, al grado de que su historia ha pasado a ser casi una leyenda en el sur de Jalisco: la historia del bandolero ha pasado de generación en generación, confundida con la realidad. La ficción se entreveró completamente entre las historias que la gente cuenta en el pueblo. Quizá por eso la obra no ha pasado del todo al olvido: y por supuesto por su calidad literaria. Es muy notable. Fue escrita por una mujer que no ha tenido el debido reconocimiento fuera de Zapotlán. Es de los libros que estamos por publicar.-Como empresa, ¿cuáles han sido los factores que los hicieron llegar a los 23 años? Muchas de las empresas que se establecen no pasan de los dos años, no sólo editoriales.-Es una mezcla de factores. Hay cierto tesón personal, no lo puedo negar. Es un compromiso muy personal de plantearme el desarrollo de la editorial. Ha tenido altas y bajas, como todos los negocios, pero no nos hemos desviado. La editorial ha pasado de ser una cooperativa, a ser una especie de sociedad y luego una empresa familiar. Si me preguntan si he flaqueado, o si he pensado en cerrar la editorial en momentos de crisis, la verdad es que sí. Pero siempre se presenta una solución a esos problemas, replantear el proyecto sin traicionar su esencia. Eso nos ha permitido seguir adelante, acoplándonos a las circunstancias. Hemos crecido, estamos en un momento de madurez en la editorial, podemos escoger bien nuestras propuestas, gozar de la libertad. Por otro lado están las ventas directas con las personas, ese ha sido un factor que nos alentó mucho: cuando era una cooperativa íbamos a la universidad, vendíamos de mano a mano, presentábamos la editorial. Fue gratificante desde ese momento: intercambiar los textos por unas monedas. Es esencial, pero me gusta remarcarlo: en la FIL vendemos muchos, y obvio no son sólo nuestros amigos quienes nos compran. De un modo sí lo son todos, pero fundamentamos las ventas en buscar nuevos públicos. No nos gusta quedarnos en el círculo de los amigos, como comienzan las editoriales. Nosotros queremos venderle a las personas que no conocemos, creo que lo hemos logrado.-¿Qué es lo que más te gusta del trabajo editorial?-Hace unos días estuvimos en el CUAAD y vi a jóvenes hojear libros en las mesas. Abrir los ejemplares, leer la cuarta de forros, interesarse por un libro. Me gusta hacer productos que generen un interés en personas totalmente ajenas, con una cuidadosa tipografía, un buen diseño editorial y propuesta novedosa. Poder encantar a un lector que no sabía que existía la editorial… eso es lo mejor para un editor.LA RECOMENDACIÓN“A veces los lectores piensan que se pueden encontrar todos los libros en la librería más cercana, y no es así… Editoriales como la nuestra nos beneficiamos mucho de la venta en internet. Pueden conocer los libros en la página web y comprarlos. Invito también a que naveguen en la red buscando editoriales: hay muchas muy interesantes en México y en Latinoamérica, con textos de muchísimo nivel que difícilmente son promovidos, pero que se pueden comprar en línea”.