Jalisco | Por: Isaac de Loza Seis vidas perdidas sobre el asfalto LA CRÓNICA NEGRA Por: EL INFORMADOR 10 de enero de 2010 - 05:25 hs Contrariedad, o triste ironía. Pocos podrían imaginar que una bien elaborada vía de enlace, conformada por cuatro carriles de circulación y una amplia ruta en línea recta sea escenario de fatalidad. Mucho menos que para transitar por dicha carretera sea necesario efectuar un pago anticipado, que se va directo a la federación. Ello, en teoría, certifica un tranquilo circular y la confianza para un seguro arribo al hogar, totalmente alejado de lágrimas y muerte. No obstante, un pie resuelto a entablar una plática cercana con el pedal acelerador, el sobrepeso en una camioneta no perfilada para el trato rudo y la monotonía que oferta la autopista Guadalajara—Colima (desprovista de curvas por espacio de varios kilómetros), coordinaron en esa ocasión para que la dama de la guadaña centrara su atención en el andar de una familia que, horas antes, había celebrado el inicio de año cobijada por el cálido sol de las playas de Manzanillo. Dada la gran variedad de formas que la muerte elige para acechar a una víctima y su evidente desespero por iniciar labores cuando una nueva década da comienzo, eligió la tarde del primero de enero para un tranquilo deambular por la autopista que enlaza la capital de Jalisco con el vecino Estado costero, fijando su centro de operación 100 metros antes de llegar a la señal marcada con el kilómetro 15. Un vehículo compacto, seguido por un tráiler–pipa lleno de combustible y otros tantos bólidos del asfalto circulaban con rapidez, haciendo gala de un poderoso motor que atraía, extasiada, a la emisora de desgracias. Pero ella esperaba impaciente en la cuneta que divide ambos sentidos; sus víctimas aún realizaban su pago en la caseta de San Marcos. Una familia de 13, a bordo de una camioneta Suburban en color dorado, signada con los dígitos 4-YTW-004 de California, detuvo su andar metros antes de la casilla; varios de sus integrantes precisaban ir al baño y un rápido bocadillo para reanudar el camino a Zacoalco de Torres. Minutos después, las necesidades estaban cubiertas y el conductor revisó que el equipaje estuviera completo. Acto seguido, los niños subieron al automotor; padres, primos y tíos hicieron lo propio después de ellos. La llave en la ranura de encendido giró y el motor rugió complacido porque su marcha se había reanudado. La obligada transacción en la caseta se efectuó sin mayor complicación y el equipo de sonido comenzó a emitir la música que a todos parecía atractiva. El recorrido comenzó su marcha sin distracciones. Para una vía resuelta con la sencillez de más de 15 kilómetros en recta parecía que un volante salía sobrando, por lo que el hombre a cargo de 13 existencias únicamente posó su mano sobre él como un solo requisito protocolario, rozándolo suavemente, sin que una fuerza real tomara la rienda del pesado automotor. El viaje seguía su marcha y la muerte aguardaba, impaciente. La velocidad se hacía más y más rápida. La aguja rebasaba los 130 kilómetros por hora y la conjunción de causales detonó lo irreversible: el peso, el calor y la velocidad vencieron a un neumático desgastado y éste, sin más, estalló. Como preámbulo de la tragedia, el timón que se hallaba sin resistencia rodó hacia la izquierda de forma abrupta. La mano del inexperto chofer no logró asirlo a tiempo y la inercia los llevó a la cuneta central. Un fuerte golpe frontal contra el suelo provocó que el vehículo y las 13 personas que en su interior se hallaban dieran tres bruscas volteretas frontales, al tiempo que el vehículo prácticamente expulsaba a sus pasajeros de forma violenta. El sonido de los cuerpos crujiendo contra el asfalto fue escuchado por los horrorizados automovilistas que circulaban por la rúa cuando el hecho sucedió. Como epílogo de la tragedia, el dolor reflejado en los rostros de aquellos que yacían aún conscientes. Siete de ellos gimiendo y clamando por ayuda, en espera de que un alma caritativa hiciera uso de su teléfono celular y pidiera auxilio a la brevedad. La suerte socorrió a los menos, pues su agonía terminó de inmediato: el percance los arrojó a una muerte instantánea. Un día después, el dolor de una familia americana se reflejó en la tinta que los rotativos usaron al dar a conocer el trágico suceso. “Saldo de seis personas muertas y siete lesionadas dejó una volcadura registrada el primero de enero en el Municipio de Zacoalco de Torres; entre los finados se encontraba una niña que tenía dos años”. Las líneas de los medios impresos revelaban nombres y una parte de la historia, pero ningún párrafo reflejó la histeria que fue atestiguada sólo por aquellos que lograron sobrevivir a la aparatosa colisión, la cual cumplió con el capricho de la paciente dama blanca, que eligió a una familia de 13 para iniciar su año “con el pie derecho”. Temas Crónica Negra Lee También El IMSS te dice por qué deberías hacerte chequeos aunque no te sientas mal Rusia responde a las nuevas sanciones de la Unión Europea Festival de novela negra pone foco en el drama de la guerra Enfrentando la fatiga, más allá de la somnolencia: ¿Tienes sueño o estás cansado? Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones