Sábado, 30 de Noviembre 2024
Entretenimiento | Enrique Navarro

Visiones de Atemajac

Francisco Goitia (6)

Por: EL INFORMADOR

Aparentemente, Goitia quedó vaciado después de la intensa catarsis oaxaqueña y de la etapa como dibujante antropológico al lado de Gamio. Dejó de pintar entre 1930 y 1938. ¿Qué hizo durante esos largos años? Tres cosas en apariencia incompatibles con su temperamento: impartir clases de arte, proponer proyectos culturales y comunitarios y participar en asociaciones pro defensa del arte y la ecología Parece increíble pero así pasó. A mí no me queda claro, pero varios testimonios consignan que impartió en la década de los 30 dibujo y modelado en diversas primarias. Es una etapa nebulosa y apta para la especulación. Me resisto a imaginar a Goitia frente a grupos de chiquillos inquietos y gritones. Se me antoja para que su función fuera más como asesor esporádico a partir de nombramientos más nominales que reales.

Su faceta como promotor de la cultura y el bien común es más plausible toda vez que es más fácil rastrear su incidencia en tales rubros. No solo propuso una escuela industrial y una cooperativa, sino innumerables proyectos comunitarios y ecológicos que revisaremos sobre la marcha. Por aquellas fechas participó, por ejemplo, en algunas sesiones de la ya mítica Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), creada en 1934 por un combativo Leopoldo Méndez, secundado por Juan de la Cabada y Pablo O’Higgins, entre otros. Tampoco aquí lo concibo en medio de aquellas asambleas acaloradas. Máxime que consideraba "ateo" al movimiento muralista. Recordemos, a propósito, que era la época de la educación socialista cardenista y de la exaltación del arte como una función social al servicio de los trabajadores. Había, sin embargo, puntos de unión de Goitia con tales postulados nacionalistas revolucionarios: él se definía como un "comunista religioso", como un seguidor del ideario de San Francisco. La razón le asistía. Todos sabemos que algunas tendencias ideológicas modernas son deudoras de los impulsos del cristianismo primitivo, el cual postulaba premisas igualitarias, libertarias, humanistas y de justicia social. Lo que pasaba era que el maestro Goitia sí vivía como pregonaba. O dicho de otra manera: a muchos artistas, políticos y líderes religiosos se les debería caer la cara de vergüenza por sus contradicciones e inconsistencias.

Sin quererlo pues (pero queriéndolo), Goitia era considerado un artista defensor de las causas populares. Su arte, decían sus apologistas, estaba al servicio "de la nación y las masas". Es por tales motivos que en 1936 sus colegas lo invitan a exponer. Juan de la Cabada escribe que Goitia, aun cuando seguidor de las técnicas europeas, representa la transición entre la academia y el "Renacimiento Mexicano". Su estructura técnica será tradicional, pero su "color, formas y esencia genuinamente nacionales y de alta calidad" serán harina del costal nacionalista. Veremos pues que, en vida de Goitia y por los motivos ambivalentes que fueren, el caso es que su arte y ejemplo eran cabalmente valorados. No en balde la asimilación de su legado artístico al imaginario de la cultura nacional se ha efectuado de manera natural (qué bueno) y conforme a la trascendencia y categoría que su caso amerita.

Navatorr@hotmail.com.

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