Lunes, 02 de Diciembre 2024
Entretenimiento | Hacer del arte una estrategia financiera no es tan sencillo como pretense hacerlo ver Damian Hirst

El juego artístico de Damian Hirst

El diario español El País publicó el fin de semana pasado un reportaje en el que señala que la falta de habilidad de los artistas para los negocios parece haber quedado en el olvido

Por: EL INFORMADOR

El diario español El País publicó el fin de semana pasado un reportaje en el que señala que la falta de habilidad de los artistas para los negocios parece haber quedado en el olvido. Cita la polémica subasta de Damian Hirst de septiembre pasado y razón no le falta, pues mientras las bolsas del mundo se desplomaban, éste jugaba billar y brindaba en el Soho Club de Londres, por sus más de 140 millones de euros obtenidos. Y es que en sus 264 años de vida, Sotheby´s no había puesto a la venta obras recientes en forma directa del estudio al mercado sin intermediarios, pero sobre todo, de un artista vivo. Todo parece indicar a primera vista que el arte puede ser una buena estrategia financiera bajo la idea que señala el mismo Hirst: "Si la subasta llega a recaudar suficiente dinero mientras la economía mundial se hunde, es posible lograr atraer a más gente hacia el mundo del arte". Según el artista, “lo bueno del dinero es que si se logra reunir una gran cantidad, llama la atención de mucha gente a la que no le interesa el arte". La pregunta es si al deshacerse de los intermediarios, el artista habrá alcanzado realmente el verdadero precio de su arte en el mercado, o bien, ¿hasta dónde esto no es parte de un juego artístico y no hay nada de osadía? Sus dos galeristas, por ejemplo, Jay Joplin en Londres y Larry Gagosian en Nueva York, dijeron al diario español apoyar estas actitudes contracorriente de su artista. Sin embargo, Joplin es señalado de recibir un fuerte incentivo por traer a sus clientes a la subasta. Una manipulación que busca dar nivel a la venta y que si bien para algunos es válida, no dejemos de considerar que la calavera de diamantes vendida en la polémica subasta fue comprada por un consorcio de inversionistas del que formaban parte el propio Hirst, su mánager Frank Dunphy y su galerista Jay Joplin. O sea, que el rollo de los intermediarios no está lejos de ser eso, un rollo. Para nadie es un secreto que la producción de Damien Hirst es superior a la demanda, debido a que más de un centenar de personas trabajan en la producción que su estudio vende directamente a los clientes. Tampoco que algo tan sencillo como sus obras de lunares de colores no están hechas por él, sino por su colaboradora Rachel Howard.

Pero hacer del arte una estrategia financiera no es tan sencillo como pretense hacerlo ver Damian Hirst. Y no lo es debido a que faltan estudios teóricos serios sobre el valor económico de ciertos bienes culturales como el arte. Los que hay son relativamente recientes; de los alemanes que iniciaron estudios de economía aplicados a las artes desde 1910 (sintomático, tratándose de los fundadores de la economía), hasta la década de los 70, que trajo la economía del arte como disciplina independiente dentro de la ciencia económica moderna, pasaron décadas sin estudios teóricos sobresalientes.
En una entrega anterior citaba al crítico de arte australiano Robert Hughes, quien habla del dogma de la perpetua resurrección de los muertos, en la que todo lo viejo puede revivirse, así como del milagro de la oreja de Van Gogh, que enseña al incrédulo que nada nuevo puede ser rechazado. Hoy cito a la crítica también australiana Germaine Greer, quien ha dicho con todas sus letras que la forma del arte del siglo XXI es el marketing. Damian Hirst sabe que la autopromoción y la etiqueta de “artista comercial” ya no es el descrédito que era en tiempos de Salvador Dali y Andy Warhol; ha decidido jugar el juego en el que la gente prefiere lo nuevo por encima de lo bueno y en eso el marketing lleva mano.

PIE DE FOTO: Damian Hirst.
CRÉDITO FOTO: AP

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