Sábado, 30 de Noviembre 2024
Entretenimiento | Colaboraciones de artes

Contemplaciones contra el tedio

Por: David Negro Guerrero

Por: EL INFORMADOR

I
Una de las mejores noticias con las que cerró el año pasado -al que me urgía darle una patada- fue la inauguración de la Fonoteca Nacional, el pasado 10 de diciembre, en la conocida Casa de Alvarado, la mismita en la que vivió Octavio Paz y en la que murió en abril de 1998, rodeada del envidiable escenario que da esa zona de Coyoacán, al sur de la Ciudad de México y que confirma la magia eterna de una urbe como el Detritus Defecal, con todo y su neurosis cultivada por 20 millones de almas. El proyecto ve la luz gracias al empeño y entrega de una mujer que le ha dado una sabrosa sacudida de tapete al, a veces, convenenciero, apático y aburrido ambiente de la radiodifusión en México: Lydia Camacho. Desde que conocimos a esta movidísima mujer de cabellos largos y rizados, durante la primera edición de la entonces Bienal Latinoamericana de Radio, que a partir de 2002 creció "a todo el orbe" -como señala su página en internet-, le guardo un enorme respeto, admiración y afecto. Lydia es una mujer, además de inteligente, polémica; pero, ¿qué podemos esperar de una completa profesional que trabaja en el nada fácil ámbito de la radiodifusión en nuestro querido país, dueña de una visión que alcanza siempre sus objetivos? Desde aquella primera Bienal, en 1996, por los pasillos de la Universidad del Claustro de Sor Juana ya la escuchábamos hablar, con pasión y compromiso, del enorme valor que encierra nuestro patrimonio cultural intangible, particularmente el ligado a la tradición oral y, por ende, al del rescate y preservación de todo aquello que constituye y representa nuestra identidad, memoria y tradición sonoras: el acervo en sonido de lo que somos.

II
A partir del año 2000 Lydia fue nombrada directora de Radio Educación y tomó su papel muy en serio. Ya se sabe que llevar adelante una estación cultural no es nada fácil y menos una como la emisora de la Secretaría de Educación Pública, que se distingue, sobre todo, por ser un lugar muy lejano a cualquier redil bajo la sombra de esa Chucky infernal que se conoce como Elba Esther, sino más bien como una dependencia crítica, luchona y en ocasiones necia. Como directora de XEEP, Lydia Camacho supo sortear, no de fácil manera siempre, las vicisitudes particularmente de índole sindical -cuyos problemas en Radio Educación no nacieron durante esa gestión- que pudieron haber entorpecido su labor. Todo lo contrario: ella vino a inyectarle ánimo y a cambiarle el rostro a una estación referente en la historia de la radio cultural en México, pero que había padecido lo que toda emisora de ese tipo inevitablemente presenta: anquilosamiento, sopor, aburrimiento y apatía por representar algo más allá de la sintonía en el cuadrante.

III
Al mismo tiempo, y con las facilidades que se ganaron al organizar totalmente la Bienal de Radio, y con el apoyo irrestricto del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes -porque, eso sí, ella fue consentida de la inefable Sara Bermúdez-, Lydia Camacho comenzó a darle forma y a poner los cimientos de algo que creo que ya se había tardado: la construcción de la Fonoteca Nacional, sobre todo en un país como el nuestro en donde una buena parte de su historia se debe buscar en la tradición oral y que, pese a la modernidad y a nuestra ceguera y arrobamiento por la tecnología y su dosis de olvido que acarrea, aún mantiene, vive y genera una producción sonora digna de pertenecer a la herencia universal del hombre. Y no exagero: tan solo las fiestas indígenas dedicadas a los muertos en nuestro país, con toda la riqueza cultural que encierran sus cantos, rezos y tradiciones, forman ya parte de la lista de 90 elementos representativos que la UNESCO dio a conocer en noviembre de 2008, como resultado del camino echado a andar a partir de 2003 cuando se creó la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, al lado de la tradición del canto védico (India), el teatro kabuki (Japón), los cantos polifónicos de los pigmeos aka de Centroáfrica (República Centroafricana) o el arte de los narradores públicos Yeddah (Turquía), entre otros (lista completa en: www.unesco.org/culture/ich/index.php?ppg=00011). ¡Y pensar que muchos de nuestros brillantísimos y visionarios dirigentes políticos (del ámbito que sean: desde los de cualquier oficinita municipal, pasando por oficinotas universitarias, hasta aterrizar en búnkers legislativos o gubernamentales) todavía le atizan con alelamiento folkloroide al manoseado mundo del mariachi y las copitas de tequila!

IV
No hace mucho me encontré con Lydia Camacho. Fue en Monterrey, invitada de honor a una de las reuniones nacionales del SINPRIES (el sistema que agrupa a las estaciones y productoras radiodifusoras de las universidades mexicanas). Ahí, guapa como siempre y atrapando el interés y atención de todos los presentes, volvió a hablar de la Fonoteca Nacional, pero ya no como una idea, sino como un proyecto en marcha y al que invitaba, con ese entusiasmo que la distingue, a enriquecer. Volví a felicitarla y a desearle el mejor de los éxitos ahora que había dejado la dirección de Radio Educación para meterse de lleno como la principal responsable de crear la Fonoteca Nacional. Meses después, apenas en diciembre pasado, los medios dieron cuenta de la inauguración de sus instalaciones, con todo y Felipín en la ceremonia.

V
Al saber la noticia de que ya México tiene una Fonoteca Nacional me queda una inquietud que sé por dónde sortear: ¿Cómo alimentar y enriquecer esa institución que ya es honra y presunción nuestra a nivel internacional? La respuesta es fácil: Cerrando los ojos y abrir más los oídos. Reafirmar nuestra pasión por el sonido. Trabajar por conservarlo. Luchar por difundirlo. Educar para que se preserve. Que cada quién haga lo que le toca.

VI
Gracias, Lydia: www.fonotecanacional.gob.mx.
Comentarios, quejas y envío de grabaciones que tengan por ahí guardadas a: davidguerrero.lemus@gmail.com.

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