Lunes, 25 de Noviembre 2024

Crónicas para entender el sismo

La editorial oaxaqueña Almadía recién lanzó el libro “Tiembla”, que reúne a diversos autores que hablan sobre el temblor del pasado 19 de septiembre

 

 

Por: Jorge Pérez

Diego Fonseca reúne 35 textos que sintetizan diferentes visiones alrededor del fenómeno natural a través de su libro

Diego Fonseca reúne 35 textos que sintetizan diferentes visiones alrededor del fenómeno natural a través de su libro "Tiembla". CORTESÍA

El periodista argentino Diego Fonseca coordinó el libro “Tiembla”, que a seis meses del terremoto del 19 de septiembre recupera la memoria y experiencias.

La antología publicada por Editorial Almadía reúne 35 textos que sintetizan diferentes visiones alrededor del fenómeno natural: “Tenemos la mirada de la maternidad, cómo una madre o un padre sufren al no ser capaces de rescatar a sus hijos; cómo se vuelve a recuperar la rutina, si se puede; la sensación de dolor por los que subieron la pérdida; la idea de la resiliencia; la mirada de alguien que lo puede comprar con el terremoto del 85 o de otros lados; una mirada sobre políticas públicas, si es necesario seguir teniendo ejércitos o si la sociedad civil puede responder; una lectura íntima del Colegio Rébsamen; cómo uno vence su coraza de cinismo y se vuelve solidario con los demás; la mirada de alguien al que solo bastan dos segundos de titubeo al poner la llave y que la puerta no abra; la autocrítica necesaria en la prensa; la solidaridad que se filtró en todos lados; el rol de la mujer… en fin, son 35 aproximaciones distintas, y podrían haber sido muchas más”, comentó Diego Fonseca vía telefónica.

El comienzo de este proyecto, cuyas ganancias serán donadas al proyecto Tejamos Oaxaca, Fonseca comentó: “Yo regresé a la Ciudad de México unos días después del terremoto. Caminando por las calles encontré una ciudad sumida en un silencio que lo cubría todo. Para mí era un contraste: la Ciudad de México no es silenciosa, es bullanguera, con su anarquía esquizofrénica que tiene, con la cual funciona. Me sorprendió encontrar a las personas con una especie de diálogo interno, quizá con la posibilidad de la muerte. Preguntándose quizá cuándo volvería a suceder”.

Con su formación de escritor y periodista, Diego Fonseca supo que la palabra sería la herramienta correcta para reflexionar sobre lo sucedido: “Supuse, clásico proceso, que todo duelo necesita una conversación: poner en palabras los miedos y las maneras de resolverlos. Se me ocurrió que un libro era un buen mecanismo para volcar todas las miradas al terremoto, tratando de trabajar con autores que pudieran sintetizar de algún modo una panoplia de temas (que a su vez operan como una exposición universal de otros temas). Eso permite a los lectores identificarse con su propio historia”.

Voces sobre el temblor

Entre los autores que colaboraron en “Tiembla” están Lydia Cacho, Verónica Gerber Bicecci, Alejandro Zambra, Cristina Rivera Garza, Juan Villoro, Marcela Turati y David Miklos, entre otros. El plan inicial era que fueran solo 20 autores, pero conforme avanzó el proyecto crecieron la cifra a 35: “Pudimos haber incluido a más”, afirmó Fonseca. De la selección, agregó, el proceso fue: “Elegí con dos criterios: uno, ya los leía y me gusta su modo de narrar; y dos, me gustaba la lectura que tenían sobre fenómenos vinculados al terremoto o no. Tratamos de graficar la mirada de los terremotos con gente que estuviera en la ciudad en el momento en que sucedió. Tratamos de mostrar cómo la Ciudad de México se ha vuelto cosmopolita, donde extranjeros y chilangos son la misma cosa, tienen el mismo derecho afectivo de ciudadanía. Y mirando esto desde fuera: gente que vivió en la ciudad y ya no está, gente que son chilangos de nacimiento pero que estaban fuera de la ciudad. Está el caso de Antonio Ortuño, que tiene una mirada del terremoto”.

Un collage de viñetas compuestas con fragmentos de varios autores 

1. Quien da testimonio sobre el desastre realiza lo que parecía imposible: construye un nuevo itinerario con las ruinas. Vence la catástrofe sin huir de ella: la nombra, la trae a la hoja en blanco, la hace hablar aunque aquello que articule se quede irremediablemente corto.

2. El 19 de septiembre de 2017 la Ciudad de México volvió a cimbrarse con un sismo. Treinta y dos años después del terremoto de 1985 cumplimos otra cita con la incertidumbre. De nuevo nos volcamos a las tareas de rescate, acopio de víveres, recaudación de fondos y de nuevo la sociedad civil fue más eficaz que las iniciativas oficiales.

3. En estos treinta y dos años, un terremoto en la Ciudad de México pasó de ser un momento decisivo para muchos a uno más en una serie de desastres que somos menos capaces -y cada vez más insensibles- de manejar. México ha demostrado que el descrédito de la clase política se profundiza cuando es incapaz de recortar la distancia entre las nubes del poder y la tierra de los ciudadanos. En mi propio país, ahora, demasiadas personas que ya viven en los márgenes son dejadas a su suerte durante un desastre. Y eso no es progreso.

4. Hemos perdido territorio, nuestra política se ha podrido y el suelo nos ha descolocado, pero nuestras manos saben cómo sanar. No nos colmamos de música, colores y magia para escondernos bajo un caparazón, sino para recordar lo que podemos llegar a ser. Es una manera de darnos respuesta a nosotros mismos; de ofrecernos los regalos invisibles del lenguaje. En el último sismo que nos golpeó no sólo se agrietaron edificios. Al centro de México se abrió una cavidad; se fracturó la vida y sumidos en ese hueco hubo que nombrar todo de nuevo. Al juntar todos los trozos nos armamos otro mundo. Volvimos a ser.

5. Y es que hay algo que une al mexicano más que sus alegrías: sus desgracias. Ningún éxito deportivo, mucho menos cinematográfico o literario, moviliza tanta gente. Nada más terminar de temblar la Tierra, una legión de voluntarios y espontáneos tomaron las calles para ayudar con lo que fuera.

6. Nunca eres el mismo tras un terremoto.
Los movimientos telúricos nos enseñan que todo lo que creímos sólido y estable, firme bajo nuestros pies, está, en realidad, en un continuo proceso de choque y transformación. La Tierra en súbito movimiento no nos deja olvidar que estamos sujetos a los vaivenes de un planeta vivo y temperamental, vulnerable, violento. Nunca como después de un sismo nos volvemos tan atentos a las expresiones de la Tierra, sus movimientos, sus hondos suspiros, sus rechinidos.

7. Así como los animales cuya piel o pelaje se camufla para disimularse con su entorno y protegerse, de la misma forma las emociones luego de un terremoto encuentran modos de disolverse en el contexto. El sentido del humor, por ejemplo, quizá sea el escondite de la angustia. En 2017 como en 1985 corrieron rápido los chistes. Del reciente, recuerdo uno: “En Tepito ya tienen la réplica del temblor”.
 

DR

Tapatío

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