Las calles de Comala, estrechas y empedradas, se disfrutan de una forma: A pie. Dile adiós al auto una vez que llegues al destino y date la oportunidad de perderte en el primer cuadro de la ciudad. No lo camines de prisa, porque los tesoros que guarda esta ciudad se encuentran en los pequeños detalles.El kiosko principal de Comala es, como no podía ser de otra manera, dueño de un color blanco absoluto. Por las noches y durante las fiestas populares se convierte en el Centro de la vida social del pueblo. Por las mañanas, la paz y el silencio solamente se rompe a la hora de la comida o con la aparición intempestiva de los niños, que al salir del colegio, juguetean en el jardín principal.Aquí también se encuentra sentado a la sombra de un frondoso árbol, la estatua de Juan Rulfo, inmortalizado en el mismo pueblo que él eternizó en su obra literario. Es una regla no escrita que los visitantes se tomen una fotografía al lado de la efigie del que se ganó la eternidad con “Pedro Páramo” y “El llano en llamas”.Los días en Comala en primavera y verano son calurosos. Y dado que está rodeado por la frondosa vegetación de la región, es un calor bastante húmedo, por lo que la recomendación es ir vestido con ropa ligera. Todo aquí brilla. Todo aquí es un sueño.Dominando el horizonte, la Parroquia de Comala resalta por su belleza. Es un imán irresistible de fotos. YR