Lo que había sido una vida en gran parte tranquila en un valle fértil rodeado por montañas y desierto a 112 kilómetros de la frontera con Arizona, es desde hace años un sitio cada vez más peligrosa por el aumento de poder de los cárteles y sus enfrentamientos.Pero La Mora, una aldea de 300 habitantes dedicados a la cría de ganado y al cultivo de granadas, “cambiará para siempre” tras la emboscada a la familia LeBarón, dijo David Langford a los asistentes al funeral de su esposa, Dawna Ray Langford, y sus hijos de 11 y 12 años.Al otro lado de las montañas, en Chihuahua, la Colonia LeBarón ha estado mayoritariamente en paz desde que en 2009 el homicidio de uno de sus integrantes, un activista contra la delincuencia, hizo que las autoridades establecieran una base de las fuerzas de seguridad. Pero la presencia policial en La Mora era mínima hasta la masacre, tras la cual se movilizó a una gran cantidad de policías estatales y federales.El tiempo que se queden allí podría ser crucial para determinar el futuro de la comunidad, dijeron los habitantes.La causa de los asesinatos sigue sin estar clara, pero las autoridades sugirieron que las víctimas estaban “en el lugar equivocado” en el momento erróneo y que los cárteles que libran una guerra territorial podrían haber “confundido” sus autos con los de la banda rival. Residentes de la comunidad de La Mora disputan la teoría de que los fallecidos no eran el objetivo de la emboscada.La mayor preocupación de los habitantes es averiguar el porqué de la tragedia. La respuesta les ayudará a decidir si se quedan o se van.